Por Dulce Sierra
El Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad que suscribieron a nivel federal los gobernadores de todo al país, no es más que otra medida desesperada de corte surrealista en contra de la delincuencia, de esas a las que los mexicanos ya estamos tan acostumbrados, o lo que es lo mismo, más atole, pero esta vez con toda la mano..
Una de las premisas del dichoso acuerdo, que es propiciar la creación de los indicadores de medición del desempeño policial, y la tan cacaraqueada certificación a través de controles de confianza y mecanismos de evaluación, no es más que una meadera más fuera del hoyo, pos si la cosa no es más que ponerle atención a las omisiones, a la vista gorda, a los retrasos en la atención de los delitos, a las sospechosas colusiones con los nulos resultados de algunas investigaciones o supuestas aprehensiones, entre muchos más indicadores reales que tienen que ver con las actitudes, para saber de qué lado está la mañosada.
Resulta curioso, por ejemplo, que existen lugares específicos dónde se da con mayor frecuencia, notoriedad o en forma consuetudinara el robo de vehículos, y resulta ser que esos son los lugares más desprotegidos de toda vigilancia, como para dejar que los ladrones sigan haciendo de las suyas sin mayor preocupación.
Al hablar de indicadores, hablamos de estadísticas. Y existen algunas zonas que sobresalen más que otras respecto a los hechos delictivos.
Tan fácil que resultara poner vigilancia disfrazada en esos lugares para detectar y detener a los delincuentes cuando éstos actúen.
Pero eso sería cosa de tener voluntad para atacar verdaderamente a la delincuencia común, pero más parece que les da por el discurso y la apantallada política para aparentar ataques de verdadero fondo a los hechos delictivos que tan asolada traen a nuestra gente.
Existen también lugares donde con mayor frecuencia se dan los asaltos a mano armada, algunos conocidos por todos y que ya hasta tabú se convirtieron al expresar “no pase por ahí”, y que parece que todo mundo conoce, menos la policía.
Hágame el rafravor cabror. Y vea usted, todos esos lugares permanecen desolados, salvo la incursión de algún ciudadano despistado que con el Rosario en la mano y el Jesús (pero no Alberto) en la boca, se atreven bajo su cuenta y riesgo cruzar por esos parajes tan olvidados de la mano de Dios y de las autoridades.
Pero está bien, sigamos con nuestras soluciones de magicismo trasnochado para darle solución a nuestros problemas.
Esas soluciones que resultaran tan sencillas si a nuestras autoridades no les resultara mejor abocarse a ellas que andar mareando a la gente con sus discursos demagogos como para que la gente vea que están haciendo y sólo se obtienen pobres resultados frente a la avalancha de violencia que cada día está más desatada.
Parece que entre más crece la violencia por las calles, en la misma proporción crecen los discursos de nuestros paladines. O será que se me afigura y soy una mal pensada? Ojalá...
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