viernes, 9 de mayo de 2008

!HAY QUE HACER ALGO!‏

LA CARTA QUE TODO MUNDO SE ENTERE Y QUE SEPAN QUE YA NO NOS VAMOS A DEJAR...

TIJUANA, BC.- Tras casi un año de calvario, la certezade que criminales asesinaron a su hermano y el riesgode ser acribillada junto con su familia por los mismosdelincuentes, una tijuanense reveló, en una cartadesgarradora, "el infierno" que tuvieron que sufrir,abandonados por autoridades y hasta el Ejército, antesde huir a Estados Unidos.
La última noche en Tijuana y ante la negativa de pagarun tercer rescate por la liberación de su ser querido,su vivienda fue rafagueada por sicarios, y aunque lafamilia pidió auxilio a los militares éstos nuncallegaron.
El testimonio de la ingeniera Aiko Enríquez Nishikawa,publicado en un diario local, detalla cómo el 24 dejulio del 2007 inició el suplicio con el secuestro desu hermano, Celso Katzuo Enríquez Nishikawa, de 35años de edad y padre de una niña de cuatro años.
El "blog" del impreso recogió una ola de críticas contra las autoridades, muestras de solidaridad a lafamilia y hasta llamados a la ciudadanía a tomar lasarmas para tomar la justicia por mano propia.
"Yo amo a México y a Tijuana, es el lugar donde nací,es mi país, pero ya no se puede vivir aquí. AdiósTijuana", cierra la carta de la mujer.Texto íntegro tomado del periódico Frontera de TijuanaQuiero escribir lo que le sucedió a mi familia.
El 24 de julio del 2007 secuestraron a mi hermanoCelso Katzuo Enríquez Nishikawa. Él tenía 35 años, erapadre de una niña de 4 años, y tenía una familia quelo amaba.Siempre fue un hombre muy recto, trabajador, honrado ycariñoso.
Estudió ingeniería cibernética electrónicaen Mexicali, tenía su propio negocio de subensamble.Era cinta negra tercer dan en aikido, y segundo de sumaestro.
Le gustaba andar en moto.
Siempre fue una persona dispuesta a ayudar a los queestábamos a su alrededor: Si le llamabas y le pedíasalgo, desde arreglar la computadora hasta mover unmueble o escuchar tus problemas, él estaba ahí.Nunca le hizo daño a nadie.
Fue una persona muyquerida por todos quienes lo conocimos.Cuando me dijeron que lo habían secuestrado sentí comoque me quitaban el piso.
Mi vida y la de mi familiacambió por completo. Fueron 9 meses y 7 días.Esto es lo que recuerdo:Al principio el terror te paraliza, luego te desgastapoco a poco, pierdes la noción de la seguridad, latranquilidad, la normalidad.
Pasas el tiempo pensando ¿pasará calor, ¿pasará frío,padecerá hambre?, ¿qué comerá?, ¿se podrá bañar?, ¿lopicarán los bichos?, ¿está amarrado?, ¿le pegan? ¿lotorturan? ¿tendrá ropa? ¿usará siempre la mismaropa?... ¡¿Cuándo lo van a soltar?!Y luego las llamadas, las exigencias totalmenteirracionales de reunir cantidades imposibles, y lapresión de mantener en secreto lo del secuestro bajola amenaza de matar a mi hermano, mucha presión ytortura sicológica.
Tengo en presente el grito de mi mamá cada vez quesonaba el teléfono; la palidez del rostro de mi padre,y el secuestrador con claro acento norteño,insultando, presionando y exigiendo.
A veces sonabatomado o drogado, a veces sólo se mostraba comoaburrido mientras decía sin reparo todas lasatrocidades que le pensaba hacer a mi hermano, oamenazaba con hacerme daño a mí –su hermana– o venirpor mi hijo adolescente.
Queríamos oír la voz de mi hermano, queríamos saberque estaba bien; pero cuando nos lo comunicaron fuesólo para que escucháramos cómo lo lastimaban.No hay palabras para describir el terror, no las hay.No son suficientes.
Luego, el 9 de noviembre llegó el día del pago.Aparentemente los secuestradores habían aceptado lacantidad que habíamos podido reunir, todos nuestrosahorros, el remate de lo que pudimos vender y lospréstamos de todos nuestros familiares y amigos.
Seguimos las instrucciones al pie de la letra, el pagolo hizo un ahijado de mi papá a quien estimamosmuchísimo y le tenemos toda la confianza.
Y esperamos.Pasamos la noche en vela pensando que en cualquiermomento regresaría Celso. Pero no regresó. Al día siguiente llamaron los secuestradores para decirnosque el dinero reunido no era suficiente, que queríanmás, y nos comunicaron a Celso para que supiéramos queestaba vivo.
La pesadilla continuó; las llamadas, la búsqueda deliquidez, las mentiras nuestras hacia los demás paraocultar la ausencia de Celso y proteger su vida; lasnoches esperando la llamada: "¡¿Cuánto llevas?!...¡No júntale más, eso no me sirve de nada.
Apúratepa'que te lo lleves en Navidad!"Unos días antes de Navidad hicimos el segundo pago. Nonos comunicaron con Celso pero nos respondieron unapregunta que sólo el podía contestar, era la preciada"prueba de vida".
Como la vez anterior, el ahijado de mi papá fue quienhizo el pago siguiendo todas las instrucciones.Le dijeron a mi papá: "En media hora vas a ver a tumorro…"Pasamos la noche en vela.
El siguiente día estuvimosesperando, mi primo y mi prima –que son como hermanos–se quedaron en la casa varias noches haciendo guardia,día y noche esperando a que llegara Celso. Pero cadamañana era la desilusión de un día más sin ver a mihermano regresar.Si sonaba el teléfono, si tocaban al timbre, todoponía la casa en alerta.
Pasó Navidad, pasó Año Nuevoy ni una palabra.Cada día la expectativa se tornaba en desilusión. Cadadía el desaliento se apoderaba de todos.
Cada quienllorábamos de miedo por nuestra cuenta, yo donde nadieme viera; mis padres abrazados, no nos mirábamos a losojos, para no reconocer en el otro lo que estábamospensando.
La casa nunca se quedó sola en esas seis semanas,pensando que en cualquier momento mi hermano podíaregresar.
Nunca nos perdimos las noticias, todas lasversiones, todos los días, todos los periódicos.Preguntamos en Semefo, en hospitales, en la Cruz Roja.Cada noche, en punto de las 20:00 horas, familiares yamigos, rezábamos por mi hermano dondequiera queestuviéramos.
Después de seis semanas de silencio se reanudaron lasllamadas, mucho más esporádicas que antes, pero menosagresivas.
Decían cosas como: "A tu hijo le decimos ElChino", "es muy buena onda", "está muy deprimido,¡apúrate pa' que te lo lleves!". Pero en cada ocasiónmi papá les pidió prueba de vida y todas las veces serehusaron a darla, al tiempo que decían cosas paratratar de convencerlo de que aún lo tenían.
Cuando llegó la llamada de ayer, 1 de mayo, en la quepedían un tercer pago, todo se preparó de acuerdo conlas instrucciones de los secuestradores. Nos pidieronhasta una cobija para Celso y una sudadera.
Nos dijeron que prácticamente iba a ser unintercambio, que se saliera el muchacho que hace lospagos en carro y se parara en la parte más oscura ysola de la colonia Chapultepec California, en lasegunda salida un poco antes del banco, y que cuandoél estuviera ahí nos comunicarían a Celso.
Mi papá les dijo que haría lo que le pidieran y quesólo le comunicaran a su hijo; pero se negaron. Pidióque entonces le hicieran una pregunta determinada,pero también se negaron.Continuaron las llamadas, fueron unas ocho veces más,insistiendo que querían el carro con el dinero dondelo habían pedido.
Todas las veces mi papá les dijo:"Aquí está el carro y el dinero listo, sólo quierosaber que mi hijo está vivo, y mi ahijado llegará adonde usted quiere en un minuto".
Pero todas las veces se negaron y luego comenzaron lasamenazas: "Abraza a tu hija, porque es la última vezque la ves", "si no me pones el dinero donde te dije,voy a ir a matar a toda tu familia, y te voy a dejarvivo para que sufras".
Desde que vimos que no nos querían dar la prueba devida, supimos lo que había pasado. Ya nos lo habíanexplicado diferentes personas enteradas en estos temasvarias veces: Si no te dan prueba de vida, quieredecir que ya mataron a la víctima, no hay razón paraque ellos no den la prueba de vida si ya tienen todolisto para cobrar.
Sabíamos que no podíamos poner en peligro al ahijadode mis papás y que no íbamos a recompensar a estaspersonas después de lo que habían hecho.
Además, ese mismo día nos dimos cuenta de que afuerade la casa rondaban dos autos grandes (después supimosque eran tres).
Así que, después de la última llamadade esa noche, apagamos las luces y nos dispusimos aesperar.Veíamos afuera las luces de los dos autos que semovían hacia enfrente, hacia atrás, y nosotros nosmantuvimos vigilando.
Al poco tiempo de haber apagado las luces escuchamosque alguien intentaba meterse a la casa. Pero nopudieron, y empezó la balacera. Nunca en mi vida penséestar en esa situación, nunca.Mi papá nos defendió y nos salvó la vida, al igual quesu ahijado.
Entre los dos lograron repelerlos. A él,le estaremos por siempre agradecidos. Estas personasvenían dispuestas a matarnos a todos; ni siquiera sehabían tomado la molestia de taparse la cara. Despuésse fueron.
Cuando la amenaza era inminente yo llamé a losmilitares, me hicieron un sinnúmero de preguntas yhasta escucharon los balazos. A la persona querespondió la llamada le hice asegurarme que mandaríana alguien inmediatamente, pero nadie llegó.
Me comuniqué también a la Policía Municipal, pero sólohasta que les dije que había un cuerpo afuera de lacasa acudieron.
A las pocas horas huimos de Tijuana, escoltados por laPolicía Ministerial y con una maleta cada quien,dejando la vida, el trabajo, los amigos, nuestrascosas; absolutamente todo lo tuvimos que dejar atrás.Ahora, –lo queda de mi familia– viviremos comorefugiados de casa en casa; con miedo a que nos vean onos encuentren.Y les pregunto a ustedes, secuestradores: ¡¿Por qué?!Mi familia es gente de trabajo.
Todo lo que teníamoslo habíamos obtenido por nuestro trabajo de manerahonesta. No hemos heredado, ni robado, ni nos sacamosla lotería. Mi papá llegó a Tijuana sin nada y todo lohizo a base de esfuerzo y trabajo honesto durante 45años.
Mi mamá, médico general, miembro del ColegioMédico de Tijuana, ejerce desde hace más de 25 añospor vocación, porque le gusta lo que hace; incluso, lamitad de las consultas que da ni siquiera las cobra.
Entre ellos dos han pagado la escuela o la universidada más de 20 jóvenes.Son muchos los que han contado con la ayuda económica,moral y de todo tipo que mis papás les han brindado.Nunca negaron la ayuda a nadie.
Ellos no fueron delujos ni de apariencias, siempre trabajaron por lo quetenían, y siempre estuvieron dispuestos a ayudar.Mi hermano tenía su propio negocio y yo me dedicaba ala construcción. Quien nos conoce sabe que somos gentehonesta, gente de trabajo y gente buena. No es justo.No es justo.
Sé que a mi hermano no me lo van a regresar, y ¡cómole pones precio a una vida!, al amor de mis padres porsu hijo. La maldad de los secuestradores deja a unahuérfana de 4 años, que quedará marcada para siemprepor sus actos; dejan una comunidad temblando.
Somos humanos, sufrimos igual que ustedes, ningunacantidad de dinero arrancada de esa forma les va aaprovechar, ¿cómo van a cambiar por beneficios paraustedes todo lo que nos hicieron sufrir?Cómo les explico que yo quería tener a mi hermano todala vida, que recuerdo su sonrisa cuando era niño ytenía unos dientotes, cuando se ponía capa para volar,cuando estaba embobado viendo la tele.
Cómo entenderán que siempre voy a extrañar el sonidode su risa y su voz haciendo bromas, y su miradalimpia, y cómo se quejaba igual que mi mamá, y seponía serio de repente igual que mi papá.
Cómo explicarles que yo hubiera hecho cualquier cosapor evitarles este dolor a mis papás, que ustedes notienen derecho de destrozar nuestras vidas tancuidadosamente construidas.Mi hermano, un poco antes de que lo secuestraran, ledijo a mi papá que le proponía dejar el país y sefuera al extranjero, por tanta inseguridad.
Después de todo lo sucedido el día de ayer, otrafuerte pérdida llegó, como consecuencia del granimpacto por la situación en la que estuvimos.Este escrito representa el dolor, la angustia, elcoraje que sentimos.
Es un grito desesperado por unarespuesta, una explicación, una esperanza, por exigirnuestras garantías, las cuales nunca tuvimos al vivireste infierno que no le deseamos a nadie, más aúncuando no pudimos acudir a quienes se les paga porproteger y servir, por combatir y cuidar, por velarque la seguridad de la ciudadanía no corra riesgos;pero desgraciadamente son los que protegen y ayudan alos criminales a lograr sus cometidos.
¿Hasta cuándo van a actuar? ¿Cuándo van a depurar alas distintas corporaciones municipales, estatales yfederales de manera real y contundente? ¿Cuándo habráverdaderas leyes que castiguen el delito de secuestroy el mal comportamiento de los elementos corruptos, ycon penas que sirvan como ejemplo para que esto no sesiga dando?¿Qué va a pasar con nuestro país, con su gente buena?,¿cuándo vamos a dejar de vivir acobardados yempezaremos a luchar por un futuro mejor para loshijos de México?Yo amo a México y a Tijuana, es el lugar donde nací,es mi país, pero ya no se puede vivir aquí.
Adiós Tijuana.
Ing. Aiko Enríquez Nishikawa

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