miércoles, 2 de febrero de 2022

Nuestro gremio peligra

Por Teresa Gurza.
Durante los tres años de gobierno de López Obrador, han sido asesinados en México 53 periodistas.


Cuatro de ellos, José Luis Gamboa, Margarito Montes, Lourdes Maldonado y Roberto Toledo, entre el 10 y el 31 de este enero.


La lista se alarga y al presidente pareciera no importarle, le molestan las preguntas al respecto y afirma que hay libertad de expresión.


Si bien no es él directamente el matón, por algo será que en sus tres años han asesinado más periodistas, que en anteriores sexenios completos.


Y pueden incrementarse ahora que está enojado porque muchas cosas le salen mal, entre otras sus hijos.


Sus obsesiones y pleitos contra la prensa en general y sus diarias descalificaciones a determinados periodistas y diarios, han dado alas a criminales.


Y la impunidad en que se mueven, indica complicidad entre asesinos y autoridades.


Las cifras que manejan medios y gobierno sobre periodistas victimados son diferentes; antes del tiroteo contra Rafael Toledo el subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, precisó eran 52 y la impunidad del 90 por ciento.


El gobierno alega que muchos de estos crímenes no obedecen al ejercicio de la profesión, lo que es falso; pero, aunque así fuera, nadie periodista o no, debiera morir asesinado.


Será el hybris, que enloquece gobernantes; será el Covid, que puede dejar secuelas; será que no se está oxigenando bien su cerebro o una combinación de todo, el caso es que AMLO no ha podido cumplir su principal obligación como gobernante, que es dar seguridad.


Y no nos defiende a los periodistas, pero que no le toquen a un amigo violador o acosador, como Salgado Macedonio o Pedro Salmerón, porque arde Troya; hasta acusó de ser la Santa Inquisición, a la canciller panameña Érika Mouynes por no aceptar a Salmerón como embajador de México.


Vivimos una situación tan grave, que Reporteros Sin Fronteras considera a México el país “más peligroso y mortífero del mundo, para ejercer el periodismo”.


Y la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión, tiene abiertas tres mil carpetas de investigación con únicamente 22 sentencias condenatorias, pese a que casi la mitad de las denuncias especifican que los asesinos fueron funcionarios o militantes de algún partido político.


Cuando quieren matar, nada los detiene y sabiendo que no serán apresados, juzgados ni condenados, cualquier funcionario público se siente con derecho a silenciarnos y hay incluso casos en que los corruptos denunciados, demandaron a los periodistas por “daño moral”.


Desde 2012 existe un Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, que actualmente protege mal y con presupuesto insuficiente, a 495 colegas.


El compañero Jorge Meléndez, siempre preocupado por el gremio, denunció que los votos de los funcionarios en las reuniones de este organismo tienen mayor peso que los de los periodistas; que solo sirven para avalar recursos que raramente se dedican a protegerlos.


Y cuando lo hacen es de forma tan deficiente, que a Lourdes Maldonado que tenía dos escoltas pudieron dispararle y eso que sabían que peligraba su vida, porque en 2019 viajó de Tijuana a la Ciudad de México a informar a López Obrador que temía ser asesinada por denunciar al gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, de no querer pagar su trabajo en una empresa de comunicación; tristemente, días antes de morir la ley le dio la razón.


Además de matanzas y agresiones, es común que se eluda pagar nuestro trabajo y muchas veces a la exigencia de que lo hagan, se responde con amenazas o despido.


Y la situación continuará, mientras no nos unamos y organicemos en un Colegio de Periodistas respetable y con fuerza para denunciar y defendernos de abusones y criminales.


Los antes prestigiosos Club de Periodistas y Federación Latinoamericana de Periodistas, son hoy usufructuados por agachones ante el poder a cambio de prebendas, que se ufanan de ser licenciados o doctores en periodismo y miembros honorarios de universidades y academias de quinta, pero son incapaces de escribir un texto con corrección y sus comunicados están plagados de faltas a la sintaxis y ortografía.


Y mientras crece nuestra ira y miedo, López Obrador repite que él es diferente y culpa de inseguridad, asesinatos, pandemia, mala salud y educación, a “décadas de neoliberalismo.”


Cierto que hemos tenido pésimos gobiernos y que la violencia aumentó siendo presidente Felipe Calderón, pero ahora estamos peor.


Lo dejó claro Armando Linares, director de Monitor Michoacán donde trabajaba Roberto Toledo tiroteado este lunes 31, al expresar minutos después del crimen: “Exhibir corrupciones de gobiernos, funcionarios y políticos, llevó a la muerte a nuestro compañero. No puedo decir más”.

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