Por Teresa Gurza.
Manual del Mal Perdedor se llama un artículo de Elda Cantú para El País, que me hizo reflexionar en lo difícil de aceptar con elegancia, o al menos serenidad, que se perdió.
Lo estamos viviendo en México en este periodo postelectoral en que cuesta reconocer que hubo ganadores y perdedores; aunque de eso se traten las elecciones.
Todos argumentan haber ganado, hasta los dueños de los tres partiditos que perdieron el registro y que tal vez sean los únicos ganones, porque se embolsaron más de 550 millones de pesos en tres años; un negociazo.
Puntualiza Cantú “nadie quiere perder y mientras vivamos en un mundo en el que nos apasionan las elecciones, la bolsa, la lotería y los videojuegos, perder es inevitable”.
Y entre quienes “hacen lo que sea con tal de evitar la derrota”, menciona al expresidente Trump; a Keiko Fujimori alegando fraude en las presidenciales del Perú; a Benjamín Netanyahu, quejándose que le fue robada la elección que puso fin a sus 12 años como premier de Israel; y al nicaragüense Daniel Ortega que, para asegurar su triunfo en las votaciones del próximo noviembre, ha encarcelado a sus opositores.
Cantú podría haber colocado también en su lista a López Obrador, porque antes de llegar a la presidencia nunca perdió una elección; todas según él, se las robaron.
Me sorprendió por eso, que ahora no se haya quejado de fraude y cambiando de táctica se declarara tres veces feliz y hasta agradecido con los narcos por su buen comportamiento en el domingo de elecciones.
Lo que revela que, por algo que temo muy obscuro, no quiere hacerla de tos.
Hablando de temor, da miedo su semblante de odio al destituir a su antes adorada amiga Eréndira Sandoval, como titular de la Función Pública; lo que muestra el poder del violador guerrerense.
Y anuncia que quiere construir una nueva clase media a su imagen y semejanza: sin aspiraciones para estudiar post grados o conocer otros mundos y sus idiomas, que puedan ampliar su mirada.
La trae contra este sector, porque no se dejó manipular y votó en su contra en 9 alcaldías de la Ciudad de México.
Pobre clase media que no se sabe dónde empieza y donde acaba, pero sí que está muy disminuida; porque casi de un tirón se le fueron 15 millones de mexicanos: en 2018, 52 millones 400 mil, vivían en situación de pobreza y con este gobierno ya son 67 millones.
Y secundando al que ejerce como su jefe, Claudia Sheinbaum dijo que la propaganda anti-López influyó a la clase media; sin admitir que pudo deberse a candidatos inadecuados o mal gobierno de los alcaldes morenistas, colapso de la línea 12, feminicidios, niños con cáncer y sin medicamentos, inundaciones, falta de agua potable, embotellamientos, presencia del narco, asaltos y demás problemones de la vida cotidiana en la deteriorada Ciudad de México, que ella gobierna; o porque simplemente, la gente se cansó de las promesas incumplidas y mentiras presidenciales.
Tampoco los dirigentes de Morena, PRI, PAN, PT, PRD y PV son buenos perdedores, pretenden les creamos que ganaron todo.
Alejandro Moreno del PRI, aportó el peor resultado en la historia de su partido; pero declaró que les fue rete bien.
La verdad, me parece rarísimo que el presidente y sus partidarios hayan perdido únicamente 3 millones de votos; su desempeño ha sido, como para quedarse solo con el voto de sus mamás; los que la tengan.
Quizá sus propias encuestas se lo advertían a López Obrador y por eso celebra tanto, sus triunfos menguantes.
Taimado como es, amenaza que puede llegar a la mayoría calificada con legisladores del PRI, buscando aumentar la desconfianza general al partido del que procede, para menguar la esperanza de que persista hasta el 2024, la coalición opositora con PAN y PRD.
Y no solo hay perdedores políticos, existen también los perdedores amorosos; generalmente hombres, incapaces de aceptar que sus parejas los dejaron porque las hartaron o por haber encontrado mejor trato en otras personas.
Cuestión reconocida hasta en Hermosas Fuentes, esa canción de Alfonso Esparza especial para borrachos tristes, que dice “la muy ingrata se fue y me dejó, sin duda por otro más hombre que yo”.
Y furiosos, las extorsionan, acosan, amenazan y matan o les causan daño tan irreparable, como el infligido por Tomás Gimeno a su exesposa Beatriz Simmerman, al asesinar en Tenerife a las hijitas de ambos, Alicia y Ana de 6 años y 18 meses de edad, a quienes ancló en el mar a mil metros de profundidad, para vengar su “abandono”.
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