miércoles, 8 de abril de 2020

De psiquiatria

Por Teresa Gurza.
En un acto que se pretendió solemne y resultó tan insignificante como su plan para reactivar la economía, López Obrador evocó a dos líderes: Rossevelt y Bolívar.

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#RosaritoTijuanaEnLaNoticia


Tras meses repitiendo que es NUESTRA cultura, NUESTRA sangre y NUESTRAS familias “lo que salvará a México”, tuvo que recurrir a dos viejos fuereños -uno muerto hace más de 70 años y el otro hace casi dos siglos- para dar fuerza y dotar de muletas a su inconsecuente discurso.

Su presencia en esa tarima vacía, lo reveló como un presidente con inicio de enfermedad senil o flojera para pensar; porque no dijo nada diferente, a lo que predica en sus mañaneras.

Fue una pérdida de tiempo y de recursos que seguramente repercutirá en su imagen.

Se vio como un tipo aldeano que cuánto más, podría aspirar a alcalde de algún municipio pequeño; un anciano sin sangre en las venas, que solo se entusiasma criticando adversarios y únicamente revive, cuando sueña que realiza sus obras preferidas.

Y al oírlo me convencí de que no debiera ser presidente, quién miente tanto.

Mintió durante su campaña al prometer cosas que no ha cumplido.

Mintió al empezar la pandemia, cuando de manera por demás irresponsable, aseguraba que se detendría ante sus estampitas.       

Mintió al calificar las medidas de prevención contra el coronavirus, como “exageradas”; y al invitar a la gente “a abrazar, besar y sacar a la familia a comer a la calle, no pasa nada porque nuestro pueblo es poseedor y heredero de culturas milenarias.”

Mintió sobre la crisis económica que está, no a la vuelta de la esquina sino instalada en todo el país, para la que no tiene respuesta; y que se agravará cuando aumenten infectados y sospechosos, muertos y comercios cerrados, empresas quebradas y trabajadores despedidos.

Miente ahora al decir, que la pandemia está controlada y el gobierno bien preparado, justo en momentos en que las dos principales instituciones de educación superior del país, la UNAM y el Poli, retiran a sus médicos de hospitales públicos porque no hay siquiera guantes y mascarillas que los protejan y las instancias de salud suplican, por médicos y enfermeros.

Miente prometiendo que defenderá a los pobres, cuando lo que apoyará son programas clientelares en su propio beneficio y de una cuarta parte de la población, que no llega ni a la mitad de los oficialmente considerados pobres y que, además, resultarán los más fregados.

Miente al “devolver” los tiempos oficiales a las televisoras para barbear a quién como Salinas Pliego, de TV Azteca, considera más importante que se siga comprando, a que mueran unos pocos.

Miente al sostener que la curva de infectados ya se aplanó; cuando sabemos que va para arriba.

Miente al asegurar que toda la gente se está quedando en sus casas, cuando sus mismas autoridades de salud claman que no es así.

Miente al declarar, que no ha aumentado la violencia intra-familiar, “al contrario, las familias se aman más que antes”, sabiendo que las llamadas pidiendo auxilio, se han incrementado un 60 por ciento.

Y no ha tenido la gallardía de reconocer sus errores y asumir que ha sido la dolorosa realidad, la que en menos de dos semanas lo obligó a modificar su discurso.

En eso, como en todo, su actitud ha sido taimada; como queriendo que no se note que está recomendando, lo opuesto a lo que decía.

Y mientras los mandatarios del mundo incluyendo a aquellos que como Duterte y Trump no se han distinguido precisamente por su cordura, se muestran preocupados por el virus que aflige al orbe, López Obrador está radiante; y sin respeto por enfermos y fallecidos, declara que la pandemia lo ha fortalecido y le ha caído “como anillo al dedo.”

Advierte que no cambiará sus propuestas para afrontar la crisis, que “serán modelo para otros países”.

Y al mismo tiempo que presume tener el apoyo del pueblo, se niega a detener sus giras por miedo a que lo deje sin silla “algún zopilote de los que ahora abundan”.

Aparte de lo que ser mentiroso significa para la credulidad de cualquiera sin importar el lugar que ocupe en la sociedad, cuando el mentiroso es jefe de una nación y por tanto de sus fuerzas armadas, es peligroso por la desinformación que trasmite.

¿No tiene asesores que ayuden a formular un plan para hacer frente a la crisis y evitar que confirmemos a diario, su incapacidad o locura?

Y escoja usted el calificativo que prefiera, porque los dos le cuadran.

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