miércoles, 6 de junio de 2018

Vinagre y limón

Por Teresa Gurza.
No piensen que, con este título, estoy definiendo el humor de algún candidato.
Simplemente como me siento atosigada por sus pleitos y campañas, decidí darles un descanso y escribir sobre los usos del vinagre y del limón; texto que en parte obtuve, de un correo que me envió mi hermana Lucrecia.


Leo además en Wikipedia, que el nombre vinagre, fermentación acética del vino o la manzana, viene del latín vinum acre.

Que su empleo en gastronomía, está ligado al inicio de la elaboración de bebidas alcohólicas; y que el primer testimonio escrito de su uso, data del Imperio romano; concretamente, del gastrónomo Apicio contemporáneo del emperador Tiberio y autor del libro de cocina más antiguo en la cultura occidental.

Tradicionalmente, el vinagre procedía de la producción del vino que se agriaba; lo que ocurría espontáneamente o cuando se le subía de acidez al vino embotellado.

Pero pese a ser tan viejo, el fenómeno de la producción del vinagre no fue explicado sino hasta el año 1864; cuando Louis Pasteur precisó por primera vez con detalle y exactitud, el proceso seguido por las bacterias que lo forman.

El vinagre, da sabor a muchos platillos y a casi todas las ensaladas.

Y entre sus usos no comestibles, están la capacidad para matar los piojos y curar la caspa, si después del lavado y antes del acondicionador, se pone en el pelo un poco diluido en agua; y lo deja muy brillante.

Quita las verrugas si se aplica sobre ellas durante varios días, una solución mitad vinagre de manzana y mitad glicerina.

Es útil contra el "Pie de Atleta", metiendo los pies en un balde que contenga mitad agua y mitad vinagre; o pasando un algodoncito empapado con la solución entre los dedos afectados; pero NO si tienen heriditas.

Es excelente para repeler a las hormigas; lo que se logra, rociando los marcos de puertas, ventanas y el caminito por donde pasan.

Y una solución mitad agua y mitad vinagre de manzana, no dejará ni una pulga viva en nuestras mascotas y sus camas.

Sin diluir, es magnífico para limpiar el óxido de herramientas y tornillos; solo hay que remojarlos en vinagre durante la noche.

Y para destapar cañerías, se echa un puñado de bicarbonato y media taza de vinagre y tras unos minutos, se enjuaga con agua caliente.

Pasando al limón, los mexicanos somos muy afortunados en tenerlos de varias clases y no muy caros; como sucede en países como Rusia, donde un limón cuesta dinerales y es elegantísimo poner una rajita, casi oblea, sobre sandwichitos de caviar y cócteles.

O Chile, donde nuestro limón se llama limón de pica y es más costoso y escaso que el limón medio amarillo que es común allá y acá casi no usamos.

Además de ser una fruta de sabor muy rico y rica en vitaminas, el limón es muy beneficioso para la salud.

Se afirma es que es mucho más potente que la quimioterapia y puede matar las células enfermas en 12 tipos de cáncer; entre ellos colón, mamas, próstata, pulmón y páncreas.

Carece de efectos secundarios y sus compuestos son más efectivos que la mayor parte de las drogas usadas actualmente en todo el mundo, para retardar el crecimiento de las células cancerígenas; y que solo destruye las malignas.

Como medida preventiva a muchos padecimientos, hay que beber diariamente jugo de limón o agua de limón; y si se agrega Chía, mucho mejor.

Por si eso fuera poco, es un agente anti-microbial de amplio espectro; combate infecciones bacterianas, parásitos internos y hongos; regula la tensión arterial alta y es antidepresivo.

Y como todas sus partes son útiles; se puede comer a gajos, echar su jugo o cáscara rayada sobre carnes, papaya o ensaladas y usarlo en postres.

Para tenerlo a mano, lo mejor es plantar un limón en su jardín y hasta en una maceta; es una planta muy noble que crece rápido.

Yo atribuyo la magnífica salud que tengo entre otras cosas, a que de niña y adolescente me comía dos o tres limones diarios.

Entre los árboles de casa de mis padres, había un limonero que era solo mío y nadie podía cortarle un limón sin tener que enfrentarme; porque era codísima, con ellos y los devoraba al volver del colegio, con un poco de azúcar, mientras leía.

Mi nana Natalia solía regañarme por ese vicio, “te estás adelgazando la sangre, niña”; y aunque eso sonaba horrible, nunca le hice caso; y ahora que tengo dos limoneros en mi jardín, los sigo comiendo.

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