martes, 14 de septiembre de 2010

COLUMNA: Palco de Prensa

* Las decepciones
Por Gilberto Lavenánt
Dicen que no hay fecha que no llegue, ni plazo que no se cumpla. Así es que, tal y como estaba previsto, llegó el 13 de septiembre, fecha fijada para que entraran en vigor las restricciones para los depósitos en dólares, que contra viento y marea combatieron infructuosamente los empresarios de Baja California, y en especial los de Tijuana.

De nada sirvió la campaña de protesta, mediante carteleras con leyenda de : “S.O.S., El control de dólares, tiro de gracia para Tijuana”. Los responsables del gobierno federal, ni oyeron los reclamos, ni leyeron los letreros. Se montaron en su “macho” y ni quien los moviera.

Independientemente de los estragos que tales medidas ocasionarán a la economía fronteriza,
uno de los múltiples efectos de todo esto, que cabe destacar, son las serias decepciones de los empresarios, ante la actitud tibia, timorata y contraria a los intereses de los bajacalifornianos, por parte del Gobernador José Guadalupe Osuna Millán.

Aún recuerdan cuando el 26 de julio pasado, allá en Ensenada, Osuna Millán, iracundo tronó contra los funcionarios federales promotores de estas medidas, aunque cautelosamente cuidó de no lanzarse en contra del Presidente Felipe Calderón.

Entonces, el Gobernador dijo estar convencido de que el diálogo es la única vía para zanjar cualquier diferencia, pero que también estaba convencido de que la única manera de dialogar, es que haya un emisor y un receptor del mensaje, dispuestos a hacerlo, “…y lo que hemos encontrado es que ese receptor, que no es otro que la burocracia federal, ofrece solo un diálogo de sordos”.

Sin dar tiempo a que se le cuestionara el por qué de su aparente ira, lo externó a boca de jarro : “…En el trato con el Centro, los bajacalifornianos hemos pasado del : “te atiendo, pero no te entiendo”, al “te escucho, pero me impongo”, o al “te escucho, pero no te ayudo”, a la vez que adviertió que “…No basta con escuchar los problemas, es hora de resolverlos”. En son de broma, quienes lo vieron, o se enteraron de tal reacción, comentaron que Osuna Millán, hasta parecía Gobernador.

Sobre todo, les pareció muy convincente cuando dijo : “…La provincia mexicana ya se cansó de este trato y, en forma respetuosa pero enérgica exige ahora un trato justo, que no es otra cosa que lo que se vaya a decidir y que impacte en nuestra región, se nos consulte antes de instrumentarlo”, al tiempo que observó que “…“A los burócratas del Centro se les olvida una regla de oro en la nueva política mexicana: ellos proponen, pero en la provincia, nosotros somos los que disponemos”.
Los empresarios bajacalifornianos estaban felices. Incluso un tanto sorprendidos. Por fin le harían frente al centralismo federal y reclamarían respeto a los interses de la economía regional.

Pero el gusto no les duró mucho tiempo. Aquel Gobernador valiente, molesto, dispuesto a defender a los bajacalifornianos, pronto abandonó esas posturas e incluso se cambió de bando. En lugar de enfrentar a los “sordos”, se alió con ellos.

A unos días de que entraran en vigor las restricciones, Osuna Millán hasta declaró que observaba una actitud positiva por parte de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, en torno a este tema.

De paso, suscribió un desplegado periodístico, junto con dicha dependencia federal, en la que se daba como un hecho que se habían logrado avances sustanciales sobre tales medidas.

Todo esto, no solo causó desconcierto entre los empresarios, sino sobre todo decepciones, al grado de que abiertamente han manifestado que aprovecharan el apoyo que les ha brindado el Senador priísta, Fernando Castro Trenti, quien junto con legisladores de otros partidos, logró un frente común que está presionando al gobierno federal para que de marcha atrás en torno a estas disposiciciones.

Si bien es cierto que el problema del lavado de dinero es serio, sumamente grave, también es cierto que el gobierno federal adoptó las medidas más simplistas y más contraproducente, que de paso evidencian su incapacidad.

Impedir el lavado de dinero, restringiendo la libre circulación de los dólares, parece una fórmula adecuada, pero coloca a los empresarios en simples lavadolares y muestra la ineficacia del gobierno para controlar al sistema financiero mexicano. Se supone que si alguien efectua un depósito de una cuantiosa suma de dinero, de inmediato interviene el fisco, no son necesarias las medidas restrictivas impuestas. El aplicarlas, indica que el gobierno federal no tiene capacidad para controlar el funcionamiento de la banca.

Si esto no se corrige, en el menor tiempo posible, posiblemente ya no haya en México lavado de dinero, pero la catástrofe económica llevará a la quiebra a muchas empresas que, salvo prueba en contrario, operan lícitamente.

Osuna Millán, logró entenderse con los “sordos”, pero al hacerlo, les dio la espalda a los bajacalifornianos. Por ello las decepciones.

gil_lavenant@hotmail.com

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