lunes, 26 de julio de 2010

COLUMNA: Palco de Prensa

* La Plaza del Capricho
Por Gilberto Lavenánt
Siguen sumándose voces calificadas, que insisten en las innumerables fallas del proyecto del llamado zócalo o Plaza 11 de Julio. Una de dichas voces lo es la del Ing. Henry Alberto Castro García, quien en un extenso ensayo le llama “La Plaza del capricho”. Por algo será.

Por cierto, Eliseo Arturo Sandoval, del Movimiento Ciudadano en Defensa del Parque Central Benito Juárez de Tijuana, Baja Cfa., cuenta al autor de Palco de Prensa, que ya tienen ahí 129 días y que ya han reunido más de 70 mil firmas de personas que, como ellos, están en contra de que sean derribados los árboles de esa zona, de continuar adelante con el citado proyecto. Y sin embargo, nadie los ve, nadie los escucha, nadie los atiende. Son como almas en pena. Pero pena es la que dan los políticos ciegos, sordos e insensibles, que hacen como que nada pasa. Y luego se lamentan o preguntan que por qué no votan por ellos. Qué cinismo.

Pero veamos qué dice el Ing. Castro García en su ensayo sobre este proyecto, bajo el título de “Tiempo de razón”. Este profesionista es prácticamente una eminencia, con un extenso curriculum y, sobre todo, un soñador, un idealista.

En principio observa que “…Las grandes obras de arte arquitectónico y urbano del mundo, como las pirámides, los arcos del triunfo, las torres conmemorativas como la Eiffel, el Campanile de la Plaza de San Marcos en Venecia, celebran la grandeza de una sociedad, su poderío económico, militar o político. Son, fueron, los antojos o capricho de Príncipes, Generales o Papas”.

“…Aquí también –dice- alguien quiere realizar un capricho, sin haberse ganado un pedazo aún de historia. De Historia que valga la pena grabar en moldes de bronce, con dineros que no son de sus arcas, sino del pueblo”.
Luego agrega que “…Vivimos en una ciudad de caprichos políticos. Por capricho, se hacen líderes políticos y obras de relumbrón. Por capricho, se celebra a hombres ilustres en bronces milenarios que nadie recordará más allá de un lustro, si acaso sus parientes más cercanos. Por capricho, se nombran o se cambian los nombres de las calles. Por capricho, se construirá una Catedral, en el centro de un centro que ya no existe”.
“…Mal negocio –advierte- para la sociedad, mal negocio para los comerciantes, mal negocio para los buenos cristianos, la Plaza 11 de julio. Se intenta celebrar la fundación de un fraccionamiento por los Arguello, los primeros desarrolladores de tierras de Tijuana. Tienen derecho los desarrolladores a festejarse entre ellos, pero que usen para eso, sus tierras privadas y sus tesoros privados”.
Luego explica que “…Tijuana, la de hoy, no es la de los Arguello del siglo XIX, ahora tiene un nuevo centro urbano, que no es la Calle Segunda, ni la Zona del Río. El nuevo centro que debe hoy construirse habrá que ubicarlo con una gran plaza, un nuevo centro cívico, que a manera de sucursal del que actualmente existe, desconcentre las funciones que hoy ya tiene saturada la zona”.
De manera tajante, en cuanto a los propósitos del proyecto, señala que “…En cuanto al proyecto que se ofrece, se ve que, por su localización y circunstancia de su diseño, no elevará la calidad de vida de sus habitantes. Está calidad se eleva con mejores salarios, mejores viviendas, mejores vialidades, mejor transporte colectivo y más barato, mejores equipamientos como escuelas y centros comunitarios, más bibliotecas, más centros culturales, mejor dispersión de los servicios”.
También aclara que una plaza, no fortalece los lazos de identidad, que en Tijuana, ciertamente, convergemos personas de todas las etnias, de todas las creencias, de todas las geografías, pero que tenemos que construir la identidad, no a partir de elefantes blancos, vacíos y lejanos.
“…La identidad –aclara- es manifestación de los cortos espacios, de las cercanías, de la solidaridad comunitaria, que se manifiesta cada día en el combate por la subsistencia. La identidad nace en la vivienda, se fortalece en el barrio y crece en la academia, en la escuela que abraza y cultiva el espíritu”.
Y dice muchas cosas más en cuanto a las deficiencias del proyecto. Por ejemplo, dice que una plaza pública, no es para fortalecer la identidad, que una plaza pública es un sitio de reunión ocasional, en donde los ociosos pueden disfrutar el tiempo libre, al paso de los visitantes perdidos de la ciudad. Enfatiza que “…Una plaza pública, como esta, es el espacio esporádico, donde los trabajadores, que se friegan el lomo cada día, no puedan tener tiempo para asistir, de vez en vez”.
“…Una plaza, no generará nuevos espacios para las familias, para la recreación de niñas y niños, jóvenes y adultos. Una plaza que diga no a todo: a los peatones, a los ciclistas, a los patinadores, a los perros, a los pájaros, a los ancianos, a los sin casa y mendigos, no genera nuevos espacios para la familia ya que las familias del Maclovio Rojas, o de Ojo de Agua, o de Playas de Tijuana, o de Cuero de Venados, deberán recorrer quince o veinte kilómetros para aprovechar los nuevos espacios para sus familias”. Aunque los patrocinadores, en particular la señora Carolina Aubanel Riedel, dicen lo contrario.
Seguramente el Ing. Henry Alberto García, no es el único que piensa y dice que el proyecto de la llamada Plaza 11 de Julio, es más un capricho, que una obra viable, factible, necesaria o benéfica para Tijuana. Que en principio, hay que cambiarle la denominación, por la de “Plaza del Capricho”. Evidentemente.
gil_Lavenant@hotmail.com

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