martes, 2 de diciembre de 2008

LA QUINTRALA

Por Teresa Gurza.
En los siete años que tengo de vivir en Chile han ocurrido crímenes que han estremecido por su brutalidad, y por la inmisericorde precisión con que fueron ejecutados..

Descuartizados, quemados vivos, mujeres asesinadas por sus parejas, bebés golpeados hasta la muerte por sus propios padres, un sacerdote apuñalado mientras decía Misa, y una chiquita a la que su papá aventó al vacío desde un séptimo piso para vengarse de la madre, son algunos de ellos.
En cada ocasión medios impresos y canales de televisión destinaron páginas y páginas y horas y más horas, a contar lo sucedido a gente hipnotizada por cada nuevo detalle que se iba revelando.
Poco a poco todo fue disolviéndose, hasta la llegada de otro crimen y una nueva morbosidad pública.
El más reciente tiene como impulsora una mujer de clase media a la que se ha bautizado como La Quintrala, porque recuerda la historia de otra malvada chilena que también odiaba a su familia.
Esta moderna Quintrala contrató a un sicario para robar y asesinar a su cuñado, pero al hombre se le salieron las cosas de las manos y mató al novio de la sobrina.
La mañana del cuatro de noviembre, un estudiante de Medicina que iba en bicicleta por la calle de un barrio residencial de Santiago vio que un hombre ensangrentado agonizaba en el suelo, mientras una muchacha gritaba desesperada.
Se detuvo a ayudar pero ya no pudo, porque el ingeniero Diego Schimdt-Hebbel Niehaus de 25 años había recibido un tiro mortal en el cuello frente a la casa de su novia María Belén Molina, por quien pasaba todos los días para acompañarla al trabajo.
Al principio se pensó en un asalto.
Pero las habladurías de vecinos y la eficacia de la policía chilena, pronto descubrieron que el culpable era un asesino a sueldo contratado por la arquitecta María del Pilar Pérez de 57 años de edad, para eliminar a Agustín Molina, padre de Belén.
Que ella vio todo desde su balcón; y que cuando subieron al joven a una ambulancia, entró a desayunar como si nada.
Cuarenta y ocho horas después, con el asesino preso y confeso y la policía siguiendo sus pasos, tomó pastillas para suicidarse.
Despertó a los cuatro días en una clínica esposada de pies y manos, con agentes cuidando que nadie se le acercara y acusada de la autoría intelectual del homicidio de Diego y de asesinato frustrado contra Molina.
Además este jueves fue formalizada por intentar asesinar a su nuera; y pueden también responsabilizarla por la muerte del padre de sus dos hijos; un hombre que tras 20 años de matrimonio la abandonó para vivir con su pareja homosexual hasta el pasado marzo, cuando ambos fueron hallados con balazos en la nuca.
Quiso también matar a su segundo marido; pero éste se enteró que su cabeza tenía precio y huyó aterrado a Canadá donde aún vive.
Algunas amigas recuerdan a la procesada como una joven dulce y generosa; y otras como "alguien atroz para el dinero", que tuvo siquiatra desde los 16 años y gustaba de agredir, para luego hacerse la víctima.
Hija de un español que al llegar a Chile instaló una panadería y logró comprar varios edificios, no soportó que el testamento repartiera la herencia con dos hermanas y un cuñado; y eso detonó la muerte equivocada.
Debe el apodo de Quintrala, a una señora analfabeta y aristócrata nacida allá por 1604, con el nombre de Catalina de los Ríos; y acusada de una serie de crímenes horrendos.
Casada a la fuerza con un soldado español que terminó siendo su cómplice, fue famosa por la crueldad con que trataba a sirvientes y esclavos; por arrancar la oreja a un amante en un arrebato de furia y por practicar rituales satánicos y magia negra.
El primero de sus 40 asesinatos lo cometió a los 18 años, al envenenar a su padre.
Esa Quintrala murió a los 54 años, dejando su fortuna para que se dijeran 22 mil misas y otros tantos responsos por el descanso de su alma y las de sus victimas.
La actual, tendrá que enfrentar en unos días a la justicia terrena que puede condenarla a prisión perpetua.

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