Por J. Antonio Aspiros V.
El 2 de octubre de 2007 fue publicado el primer número de ‘Semanario 24’, que tituló como “2 de Octubre no se Olvida” su nota principal, firmada por la jefa de Redacción de ese periódico Isela Vásquez Lázaro y alusiva, por supuesto, al crimen de Estado cometido en Tlatelolco..
Ahora que se cumplen cuatro décadas, la fecha sigue con más fuerza en la memoria de los mexicanos pues, como escribió Octavio Paz en el quinto aniversario de aquella represión: “¿Por qué la matanza? Desde octubre de 1968 los mexicanos se hacen esta pregunta. Hasta que no sea contestada el país no recobrará la confianza en sí mismo”.
Los hechos son del dominio popular: unas diez mil personas -entre estudiantes, maestros y vecinos de Tlatelolco, incluidos ancianos, niños y mujeres- se reunieron por la tarde en la Plaza de las Tres Culturas para escuchar lo que dirían los miembros del Consejo Nacional de Huelga acerca del movimiento estudiantil nacido en julio anterior tras las agresiones de la policía a escuelas cercanas a otra plaza, la de la Ciudadela.
Con un llamado a todos para que después del mitin “regresen a sus casas”, esa tarde ya habían resuelto los huelguistas suspender una marcha que iría de Tlatelolco a los planteles del IPN en Santo Tomás para no irritar con ello al ejército -que ya estaba en las inmediaciones-, pero desde un helicóptero fueron lanzadas luces de bengala como señal para que, francotiradores ajenos al estudiantado -pero no al poder- y emboscados en el edificio ‘Chihuahua’ y otros sitios, comenzaran a disparar contra la plaza, hasta donde ya habían penetrado las fuerzas militares.
El desenlace es conocido: cientos de muertos, lesionados, detenidos y desaparecidos; un grupo paramilitar con guante blanco en una mano -el Batallón Olimpia-, que quedó en la impunidad; el fin del movimiento estudiantil y el nacimiento de la tentación guerrillera que dio origen a la guerra sucia; un presidente asumiendo institucionalmente la culpa; un secretario de Gobernación evadiendo posibles responsabilidades; un secretario de la Defensa implicando póstumamente a elementos del Estado Mayor Presidencial; un país en conmoción, aunque sólo por unos días porque luego vendría la Olimpiada.
En 1997, en vísperas del 30 aniversario de la matanza, el Partido del Trabajo propuso inscribir con letras de oro en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados la leyenda "Mártires por la Democracia del 2 de octubre de 1968". Y el PRD planteó modificar la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales para que el lábaro fuera izado a media asta cada 2 de octubre. No prosperaron.
En marzo pasado, nuevamente el PRD pidió, para que “esta Legislatura contribuya a eliminar esa amnesia histórica que no es nada sana para las y los mexicanos”, inscribir en el muro de honor del Palacio Legislativo la leyenda "Movimiento Estudiantil del 68". Nada, tampoco.
Se esperan, en cambio, este 2 de octubre, ceremonias en Tlatelolco y, aunque no había noticia al respecto al ser escritas estas líneas, una marcha popular al Zócalo, con sus debidos riesgos. En 2003, cuando se cumplieron 35 años del crimen, el recorrido hacia la Plaza de la Constitución fue infiltrado por vándalos que causaron a su paso muchos destrozos a objetos e inmuebles, y 75 de ellos fueron detenidos por robo, lesiones y daño en propiedad ajena.
Si este año se repite la marcha, sólo habrá que recordar, después de lo ocurrido el 15 de septiembre en Morelia, que ya no sólo hay que lidiar con los rijosos que se cuelan, sino también temer a los terroristas, interesados en provocar una nueva represión.
El mismo día de la matanza, 2 de octubre, el escritor José Alvarado había publicado valientemente en Excélsior -dirigido entonces por Julio Scherer- que pronto comenzaría a hablarse de “la generación de 1968”, y refería dos de los “evidentes… resultados positivos” del movimiento estudiantil que iba a fenecer esa tarde: ganar la plaza pública para hacer política, y “haber sacudido la conciencia de muchos y hecho vivo el análisis de la situación del país”.
En cambio, en un editorial inspirado en la tesis diazordacista, El Universal (4 de octubre) acusó del “trágico suceso” en Tlatelolco a “extranjeros”, “fanáticos demagogos” y “pobres ilusos”, y aseguró que “el lamentable encuentro” había sido “uno de los trágicos eslabones” de la “subversiva cadena” de una “conjura internacional”.
El tiempo ha puesto a cada actor del conflicto en su sitio -aunque sin castigo para los culpables-, gracias a investigaciones particulares, testimonios, la apertura parcial de archivos, la presión social y el trabajo de algunos medios de información. Empero, el 2 de octubre de 1968 no se olvidará; sigue sin respuesta la pregunta: ¿por qué la matanza?.
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