Se van los días como la vida, volados y quien sabe a dónde; y no tardan las posadas, Navidad, Año Nuevo y Reyes.
Y como muchos, tengo en esos días “sentimientos encontrados” aunque no los haya perdido.
Porque me encantan las posadas y darle de palos a los "pecados" representados en los siete picos de las piñatas en forma de estrellas; y también, el guajolote y las nochebuenas.
Pero aborrezco los santa-closes y esos monos de plástico desmayados que se inflan por la noche, las musiquitas en las tiendas, los despilfarros de dinero público en aguinaldos de legisladores y funcionarios, los anuncios ordenando comprar esto o aquello y poniendo más de manifiesto la desigualdad de los que no pueden adquirir nada extra, para su cena.
Me gustan las reuniones familiares, pero no obligadas; me choca esa obsesión de estar alegres a la fuerza y me duelen las sillas vacías, de los que ya se fueron.
Pero me consuelo viendo en mi casa, las enormes, rojísimas, y vistosas flores de Nochebuena y las pequeñas y blanquísimas que forman la Pascualina.
Las flores de nochebuena son en realidad las hojas de la planta; y las flores son esas bolitas amarillas, que vemos en el centro.
La flor de Nochebuena es originaria de México; y ya antes de la llegada de los españoles, sus hojas eran usadas como cosméticos y para curtir y teñir cueros y telas.
Su nombre indígena es Cuetlaxochitl, que quiere decir “flor que se marchita”, porque es fácilmente afectada por los hongos y muere con mucho riego.
Significa también, “flor de pétalos resistentes como el cuero” y por su intenso color rojo, los aztecas la consideraban símbolo de los sacrificados al Sol.
Con la lechita que sale de hojas o tallos, hacían medicamentos para bajar la fiebre, acabar con mezquinos, verrugas y fuegos en la boca y contra las infecciones cutáneas y llagas; y la usaban como infusión, para “malestares femeninos”.
El Códice Florentino refiere su uso para “las mujeres que tienen poca leche” y en Morelos, todavía se pone en espalda y pecho de madres con recién nacidos, “cataplasmas de flor de Nochebuena mezclada con cinco lombrices de tierra”.
Su variedad nativa, aún existe en bosques tropicales y subtropicales de México y Centroamérica; principalmente en barrancas y zonas sombreadas, como las cañadas de Bahía de Banderas.
Algunos piensan que es originaria de Estados Unidos, porque el primer embajador de ese país en México, J.R. Poinsett empezó a cultivarla allá comercialmente haciéndola famosa como Poinsettia.
Y su fama aumentó después de que la noche de 1899, el Vaticano arregló la Basílica de San Pedro con ellas.
Sin respeto por lo ajeno, Poinsett la patentó como suya; y los productores mexicanos tienen que pagar todavía, regalías a sus sucesores.
Pero han podido registrar ya, dos patentes propias de diferentes variedades.
Es también de origen mexicano, el guajolote; animal favorito de esta temporada y que, aunque le digan pavo, no falta en las mesas gringas del día de Acción de Gracias acompañado de salsa de arándanos y pan de maíz.
La BBC entrevistó al doctor Andrés Medina, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, sobre el Meleagris gallopavo mexicana, que es su nombre científico.
Medina es coautor de "Huexolotl: presente y pasado", investigación sobre esta ave criada desde antes de la llegada de los españoles.
Y nos cuenta que "Huexolotl" es palabra náhuatl y viene de huey que significa grande o gigante y Xólotl, nombre del dios transformado en guajolote, como castigo por huir del sacrificio.
En México acostumbramos comerlo tras desparasitarlo y darle yerbas de olor durante varios días y es el plato fuerte en celebraciones muy variadas y diferentes guisos.
Al horno en las cenas navideñas de las familias con recursos y con mole, salsa así mismo prehispánica, en bodas y celebraciones de pueblos.
A Europa lo llevaron los españoles y desde ahí, comenzó a extenderse al mundo.
Y como a Inglaterra llegó a través de comerciantes turcos, lo llaman "turkey coq", gallina turca; mientras en Turquía, se llama "hindi", tal vez porque Cristóbal Colón buscaba llegar a India, en el viaje que terminó en América.
A EU llegó en el siglo XVII, junto con los peregrinos que emigraron de Inglaterra y cuya fiesta de Acción de Gracias se remonta a 1621, cuando ofrecieron una cena a los indígenas locales para celebrar su primera cosecha en América y se convirtió en fiesta nacional, hasta 1863.
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