viernes, 24 de marzo de 2017

Tres periodistas asesinados este marzo

Por Teresa Gurza
En este país violento en el que las autoridades han convertido a México, una de las cosas más fáciles y baratas es amenazar o asesinar periodistas; porque a los criminales nada les pasa y las agresiones y muertes quedan impunes.

Así ha sucedido con los acosos y amenazas, sufridas por Sergio Aguayo y Héctor de Mauleón, respectivamente.
Aguayo fue llevado a juicio por Humberto Moreira, quien aunque le parezca a usted difícil de creer, lo acusó de “haber manchado su honor” por informar del estado desastroso en el que dejó la hacienda pública de Coahuila.
De Mauleón ha sido amenazado de muerte porque investiga, documenta y denuncia, lo que va encontrando en algunos de los casos policíacos más sonados de los últimos tiempos; como la invasión narca a edificios de la colonia Condesa, la trata de niñas en burdeles a los que asisten personajes conocidos, y la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, entre varios más.
Y aunque parezca también increíble, porque los periodistas debiéramos tener bien  documentados estos crímenes, ninguna de las organizaciones gremiales y mucho menos sus vitalicios dirigentes, tienen cifras exactas sobre cuántos colegas han sido asesinados en las últimas décadas.
Pero el número ronda en 270, a partir de la muerte del periodista michoacano Manuel Buendía, asesinado a balazos el 30 de mayo de 1984 en un estacionamiento del centro de la Ciudad de México, en circunstancias no totalmente aclaradas.
Treinta y uno de los periodistas muertos con violencia, han sido victimados durante el actual sexenio de Enrique Peña Nieto; cuatro, en los tres meses de lo que va del año y tres de ellos, este mismo marzo.
La más reciente pérdida para el gremio, es la muerte de la periodista Miroslava Breach; balaceada este jueves 23 por la mañana cuando salía de su casa en la ciudad de Chihuahua, según informó Carlos Huerta, vocero de la Fiscalía especializada para la atención de delitos contra la libertad de expresión, FEADLE.
Miroslava fue corresponsal durante veinte años del diario La Jornada y colaboradora de El Norte de Ciudad Juárez; y esperaba en su camioneta que su hijo saliera para llevarlo a la escuela, cuando un sujeto encapuchado le disparó; su cuerpo recibió ocho tiros de bala y junto al vehículo se encontró un cartel con la frase “por lengûona”; por lo que la Fiscalía mencionada abrió ya el expediente correspondiente.
Y esperamos que ahora sí encuentre y castigue a los responsables y este crimen no quede en la nada, como ha sucedido con la mayoría de los colegas victimados.
Días antes que Miroslava, otros dos periodistas fueron asesinados también a balazos; Cecilio Pineda, el pasado 2 de marzo; y Ricardo Monlui Cabrera, el 19 de este mes.
Pineda era director del periódico guerrerense La Voz de la Tierra Caliente y murió en una clínica de Pungarabato, a la que fue llevado tras la mortal agresión.
A Monlui, presidente de la Asociación de Periodistas y Reporteros Gráficos de Córdoba y columnista de El Sol de Córdoba, Diario de Xalapa y la revista Análisis Político, lo mataron cuando desayunaba en compañía de su esposa un hijo y un nieto, en un restaurante del municipio de Yanga, en la zona central del estado de Veracruz; y es el primer periodista abatido en la gubernatura del panista Miguel Ángel Yunes Linares.
Durante los gobiernos de los priistas Fidel Herrera y Javier Duarte, fueron 24 los periodistas y fotógrafos asesinados; y hubo además ocho reporteros desaparecidos y cinco en el exilio.
Y hablando de periodistas, ha sido penoso saber que el director de La Prensa, Mauricio Ortega, sea el ladrón del jersey que el jugador de los Patriotas de Nueva Inglaterra, Tom Brady, usó en el último Super Bowl.
En otras ocasiones y usando siempre su credencial de prensa para acceder a los vestidores y robar, Ortega había sustraído la camiseta usada por Brady en el Super Bowl XLIX y los zapatos y casco de un jugador de Los Broncos de Denver.
Según notas relativas al asunto, el ladrón Ortega y los representantes de Tom Brady, llegaron a un acuerdo reparatorio ante la Procuraduría General de la República; cuyos agentes y elementos de la Policía Federal, habían cateado la casa del periodista; situación que lo obligó a renunciar a la dirección de La Prensa.

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