Las reacciones en las redes, respecto al fallido programa “Tijuana Coqueta”, se convirtió en un linchamiento social. Muchos, aunque con intereses diversos, aprovecharon la ocasión, para denostar al Alcalde Jorge Astiazarán y a Miguel Angel Badiola, Presidente del Comité de Turismo y Convenciones.
Ya trascendió, que efectivamente, los propietarios de los negocios que operan en la llamada Zona Norte, solicitaron el apoyo del gobierno municipal de Tijuana, para mejorar las condiciones en que se encuentran.
El recorrido por la zona, fue casi un primer acercamiento y en respuesta a las cooperación que los propios empresarios han hecho, para mejorar las condiciones urbanística. El problema es que –por el tipo de giros más destacados en la zona, relativos a vicios y prostitución- no se puede pensar en la posibilidad de promover turísticamente esa parte de la ciudad.
Ahí es donde está el meollo del asunto, que ha generado críticas y señalamientos, tan ácidas y demoledoras. Algunas, definitivamente groseras, como si ya se hubiese incurrido en la promoción del turismo sexual.
Es extraordinario, que la sociedad reaccione de inmediato, ante aquello que considere son actos nocivos de la autoridad, que en este caso preciso, quedó en mera tentativa y obligó a las autoridades municipales a reflexionar y rectificar sus aparentes propósitos.
Queda demostrada, la efectividad de las redes sociales.
Lástima, que no reaccionan igual, ante otro tipo de actos indebidos de los gobernantes, que implican corrupción y que también son nocivos a la sociedad. Respectos de los cuales, la sociedad en general es permisiva o tolerante e incluso encubridora, por cuestiones partidistas, básicamente.
Para evitar este tipo de situaciones, todo programa o campaña de autoridad, antes de aprobarse y aplicarse, debería seguir un proceso de evaluación, que permita u obligue a sondear o consultar a la sociedad, que finalmente será la beneficiada o afectada. Que nada se haga por mera ocurrencia o compromiso de alguien.
Por ejemplo, en el caso de “Tijuana Coqueta”, el Comité de Turismo y Convenciones de Tijuana, tiene como máxima autoridad un consejo, integrado por representantes de diversos organismos sociales.
El Presidente de dicho organismo, Miguel Angel Badiola, antes de revelar dicho programa, debió haberlo puesto a consideración del Consejo, para su aprobación.
Se hubiera evitado el linchamiento de que ha venido siendo objeto, pues sin duda alguna, se le habría advertido que era aberrante y los riesgos que ello implicaba.
Y todavía más, para el caso de que el programa, haya sido aprobado por el Consejo del Cotuco, su realización se condicionara a ser avalado por el Cabildo, ante cuyos integrantes debería ser expuesto detalladamente.
A fin de evitar “incidentes” similares, en el futuro, se debe revisar la normatividad que regula la operación del Cotuco, para establecer este tipo de protocolos, tratando de evitar todo aquello que sea nocivo o contrario a la moral y a las buenas costumbres.
Sin embargo, aunque no existan tales protocolos, como en este caso, es de sentido común, entender, reconocer y advertir, que realizar cualquier promoción sobre la Zona Norte, directa o indirectamente, implicaría promover el turismo sexual y todas las cuestiones negativas, que ello implica.
Desatada la polémica, y el escándalo, es lógico pensar que el Ayuntamiento de Tijuana, no permitirá que se gaste, ni un solo peso, en el supuesto programa de “Tijuana Coqueta”.
Sin embargo, esto no significa que las autoridades municipales den la espalda a quienes residen o tienen negocios, en la llamada Zona Norte. Son parte de la ciudad y requieren atención, en cuanto a servicios públicos.
Sobre todo, se debe incrementar la presencia de la autoridad, para evitar los excesos y vulgaridades. Los espectáculos denigrantes, las violaciones a derechos humanos y la comisión de delitos, en su mayoría repugnantes e indignantes.
Aquello de que “no se puede tapar el sol con un dedo”, no significa, ni implica, que las autoridades deben cerrar los ojos y taparse los oídos, y ser tolerantes con todo lo que ahí ocurre.
Así mismo, el columnista sugiere, fraccionar la llamada Zona Norte, identificando sectores habitacionales o comerciales, ajenos a la prostitución, porque seguir identificándola, como una sola área, resulta denigrante para las familias decentes.
De paso, identificar y delimitar las áreas donde se ubican los giros negros, para ahí mejorar la iluminación, la seguridad pública y la vigilancia en general. Que la presencia de la autoridad sea notoria, pues la tolerancia, hace pensar que alguien está “cobrando piso”, para permitirles hacer lo que les venga en gana.
Lo delicado, es que los gobernantes no han sabido frenar este tipo de actividades y hoy, los “giros negros”, se han desparramado por doquier. Podría llegar el día, en que todo Tijuana, sea coqueta.
gil_lavenants@hotmail.com
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