Por Gilberto Lavenant
Cuando la ciudad está relativamente tranquila, no se registran delitos de alto impacto, tales como homicidios, secuestros, decomisos de fuertes cantidades de drogas, las autoridades policiacas, al menos las de esta frontera, presumen que están trabajando eficientemente y de manera coordinada. Aunque esto no sea cierto.
La verdad, cada una de las corporaciones, andan por su lado. Todas desorganizadas. Con serios problemas al interior de las mismas. Abusos y corrupción.
Elementos de la policía municipal, sueltan la carcajada, cuando les preguntan respecto al trabajo de su jefe, el Secretario de Seguridad Pública Municipal, Alejandro Lares. ¿El “camillero”? , cuestionan de inmediato, con marcado tono sarcástico.
Advierten, abiertamente, que la corporación municipal, nunca había estado en peores condiciones, como lo está actualmente, a partir de que la encabeza el tal Lares.
Pero otras corporaciones, no andan menos peor. Las del orden federal, hace muchos años que al parecer, ni existen. Lo único que se les puede reconocer, es que ya no trascienden, los abusos en que antaño incurrían, constantemente.
De las estatales, la más popular, pero por cuestiones de abusos en que incurren sus elementos, es la Policía Estatal Preventiva. Ya resulta sumamente sospechosa, la prolongada permanencia de Daniel de la Rosa, Secretario de Seguridad Pública Estatal. Por simple lógica, en instituciones de seguridad pública, los cambios son necesarios, pues de lo contrario se generan compromisos y vicios.
Ni deberían sorprender a nadie, las olas de violencia que se suscitan con frecuencia. Los más frecuentes, homicidios. Los jefes policiacos, con desfachatez, argumentan que se trata de simples ajustes de cuentas. Que son enfrentamientos entre narcomenudistas.
Y podría decirse, que tienen razón. Pero no se observa en ellos, preocupación alguna, por redoblar esfuerzos, para combatir la ola delictiva. Los narcomenudistas, también son seres humanos. Son jefes de familia. También cuentan.
Los altos índices de homicios registrados, son clara evidencia de que el crimen organizado persiste. En Tijuana, tan solo durante el pasado mes de abril, se registraron 53 homicidios. En los cuatro meses de este año, suman ya 158.
Desde la Procuraduría de Justicia del Estado, surgen voces triunfalistas, anunciando que han disminuido los índices de homicidios. Que en el 2014, de enero a abril, se registraron 174. Que en lo que va del 2015, apenas 154. O sea 20 menos.
Como si la disminunción de homicidios, fuese el resultado del trabajo policiaco. Saben perfectamente, que el aumento o disminución de la actividad delincuencial, no obedece a la eficiencia de las corporaciones. Simple y sencillamente, los pillos deciden operar con mayor discresión.
Lo peor, lo más grave, es que, el crímen organizado continua operando, incesantemente. Siguen llenando las calles de substancias tóxicas de todo tipo. Envenenando a jóvenes y adultos. Y en muchos casos incluso a niños.
Solamente no lo ven, quienes se niegan a verlo. Pero las evidencias lo delatan.
Si en abril de este año, hubo 53 homicidios ¿cuántos narcomenudistas más siguen vivos, operando?
¿Quién creen que hace los narcotúneles? ¿Serán algunos curiosos o inquietos, que tratan de cruzar hacia la Unión Americana, sin perder tanto tiempo, haciendo fila en las garitas internacionales?
Y en los casos de decomisos de grandes cantidades de tóxicos o marihuana, ¿Serán para consumo personal de alguien, que gusta de “volar” con cierta frecuencia?
Por lo que hace a los homicidios, ¿Los matan simplemente porque eran sangrones o antipáticos ?
Claro que las respuestas deben ser lógicas. El crimen está presente. A veces no se nota, pero eso no significa que haya sido controlado o sometido por las corporaciones policiacas.
La voz popular podría advertir, que la calma social, evidencia que los mafiosos están “pagando piso” o que hay un recíproco respeto de territorios.
Lamentablemente, es enorme el daño que ocasionan diaria y constantemente a la comunidad. Cada día, se elevan los niveles de drogadicción en la juventud. De paso, las condiciones sociales y económicas, son propician para ello.
Y es mucho más grave que eso. El modelo económico mexicano, tal parece que está preparado, para producir pobres, delincuentes, prostitutas. El estudio, la preparación en las aulas, en muchos casos no es opción válida de superación personal y familiar.
Imaginen nada más. Trabajar 8 horas, para percibir un salario de tan solo 70 pesos. Menos de 9 pesos por cada hora. Ni para la torta. El camino es largo y nada alentador. 6 años de educación primaria, 3 de preparatoria, 5 de universidad, un total de 14 años, para terminar ganando el salario mínimo.
Los grandes problemas, requieren grandes acciones. No meros simulacros. Las evidencias son irrefutables.
gil_lavenants@hotmail.com
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