Por Gilberto Lavenant
Durante más de 70 años, México vivió bajo una “dictadura perfecta”, representada o encabezado por el PRI.
El PRI-gobierno, organizaba las elecciones y decidía quien ganaba. Obviamente, sus candidatos ganaban, de todas, todas. Por eso le llamaban “la aplanadora”. Siempre ganaba y cuando no, pues arrebataba. Los contrarios, simplemente le daban forma a la comparsa. Para simular que se vivía bajo una democracia.
Los políticos del mundo entero estaban sorprendidos. Soñaban con importar el modelo priísta, que les permitía gobernar, como si fuese una dictadura, pero sin necesidad de recurrir descaradamente a la fuerza militar.
En el 2000, se rompió el “encanto”. Consecuencia de la frivolidad, abusos y excesiva corrupción de los gobernantes de los últimos 30 años, aunado al fenómeno de la globalización, Y a los adelantos tecnológicos en los medios de comunicación. Si un día, la humanidad descubrió que la tierra es redonda, los mexicanos, gobernantes y gobernados, se percataron que México no es una isla, que es más pequeño de lo que imaginaban y que tiene una estrecha relación con los países del mundo.
En esos 30 años de gobiernos priístas, desfilaron en la Presidencia de la República, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Alvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León. ¡Puras joyitas!
Dado el hartazgo de los mexicanos, en el 2000 el PAN se encarama en la silla presidencial, representado, por Vicente Fox, seguido, con bastantes apuros, por Felipe Calderón.
El Partido Acción Nacional, que hasta entonces prácticamente había sido solamente un partido de membrete, pudo probar las mieles del poder y alcanzar el tamaño suficiente para pelearle el poder al PRI.
Junto a esto, surgen los partidos de izquierda, integrados en principio por expriístas renegados. Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Bartlett. Y aparece “el peje”, Andrés Manuel López Obrador.
Aunque al sistema político mexicano se le identifica como bipartidista, en tanto que solamente PRI y PAN se disputaban la Presidencia de México, finalmente se incluye como una tercera opción al PRD, pero este no logra consolidarse del todo, por haberse dividido en grupos pequeños, conocidos como tribus.
En el 2012, el PRI logra recuperar la Presidencia de la República, con Enrique Peña Nieto, pero no regresa con la hegemonía que ostentaba hasta antes del foxismo.
Se plantea un paquete de reformas estructurales, que supuestamente permitirían a México, competir con las principales potencias, a nivel internacional, cuya aprobación se logró, mediante el lamado Pacto por México.
El PRI regresó al poder, pero nada garantizaba que pudiese mantenerse durante otros 70 años. Desde entonces, el PRI sabe que en cada sucesión presidencial, puede ganar, y puede perder.
Aunque eso no es del todo grave. Lo que les alarmó, fue observar que surgía el caudillismo, con Andrés Manuel López Obrador. A quien le dieron el registro de partido, Morena, porque sabían que ya no lo podían frenar.
Entendieron, que el peligro para ellos es realmente serio. Que el lopezobradorismo representa un serio peligro para ellos. Que al fortalecerse Morena, ya no se hablaría de bipartidismo o tripartidismo, sino que simplemente los desplazaría y que difícilmente volverían al poder.
De ahí surge, la que debería conocerse como estrategia perversa. A partir de diseñar una reforma electoral, que pareciese más democrática, pero más severa, para no permitir que “el peje” los rebase.
Siendo los políticos, los individuos más repudiados, idearon la posibilidad de aparentar quedan apertura a los ciudadanos. Por una parte, estableciendo la figura de los “candidatos independientes”, para atender un viejo reclamo al respecto. Pero, para evitar riesgos, le subieron la canasta, a un nivel que pocos pudieron alcanzar.
Se crearon nuevos partidos, con la condición de que incrustraran en sus candidaturas a ciudadanos, para dar muestras claras de que los políticos ya habían entendido la necesidad de cambiar. Así fue como la mayoría de los partidos, abrieron sus puertas a los simples ciudadanos.
Para evitar que estos candidatos ciudadanizados, hicieron más rígidas las reglas electorales. Pero no solo eso, les dieron un trato más drástico y los fiscalizaron, pero que a “lolita”. Además, les retrazaron la entrega de recursos económicos, para que no tuvieran con que cubrir el costo de sus campañas. Así es que los mandaron a la batalla electoral, solamente con “el bendito”.
Atando cabos, se puede decir que aunque este proceso electoral tendrá un costo superior a los 18 mil millones de pesos y que, supuestamente, lo ideal es que voten el total de los electores –se estima que solamente votarán el 25%- la verdad es que se trata de desalentar a los electores. Que voten los menos plosibles.
La intención es que solamente existan tres partidos. Para hacer efectivo aquello de: “entre menos burros, más olotes”. En lo político y en lo económico. ¿Cuál democracia?
gil_lavenants@hotmail.com
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