jueves, 27 de febrero de 2014

Palco de Prensa: El “negroazul”

Por Gilberto Lavenant
Cada día que pasa, los políticos van de mal en peor, en cuanto a sus conductas desviadas. Igualmente pasa con los partidos políticos, no podría ser diferente. Hace mucho tiempo que abandonaron la discusión de las ideas políticas, y hoy, lo suyo, son las prácticas viciadas, los ingresos indebidos, el alcanzar el poder, no para combatir a los rivales políticos que dan la espalda a los gobernados, sino para hacer lo mismo, o peor.


La política, es la “industria” más “rentable”. Los políticos, entran pobres a la función pública, y salen ricos. Exageradamente ricos. Groseramente ricos. Al grado de que muchos empresarios, que durante años han luchado por mantener sus fuentes de trabajo, no ocultan sus deseos de cerrar las puertas de sus empresas y meterse a la política.

Para ser empresario, se requiere capacidad, habilidad, coraje, ser visionario y luchar contra su principal “socio”, el gobierno. Para ser político, con ser mañoso, proclive a la corrupción, cínico, desvergonzado, basta. Los empresarios, arriesgan su dinero, y muchas veces lo pierden. Los políticos, no requieren dinero, sólo bolsillos grandes, para retacarlos del dinero mal habido.

Luego de 70 años en el gobierno, sin permitir que nadie se encaramara a la mesa de la administración pública, el Partido Revolucionario Institucional se hizo “merecedor” de todos los adjetivos, habido y por haber : corruptos, traidores a la patria, demagogos, y tantas cosas más.

Los partidos pequeñines, aquellos que tenían qué conformarse con hacer política en la banqueta, presumiendo ser democráticos, honestos, paladínes de las causas populares, apenas probaron las mieles del poder, incurrieron en los vicios, que tanto criticaban. Ahora, lo único que los distinguen, son las siglas, porque en cuanto a las mañas, es lo mismo.

Por eso las luchas encarnizadas al interior de los partidos, como PAN y PRD. El discurso de antaño, ya no encaja en su “modus vivendi”. Los pocos políticos decentes, aquellos que confrontaban con la palabra y el ejemplo, los que eran reconocidos ampliamente hasta por sus propios rivales partidistas, prácticamente ya se han extinguido.

Ya olvidaron la pulcritud y los buenos modales que presumieron durante tantos años como simple oposición, sin opción alguna a ocupar algún cargo en la administración pública. Los panistas, fueron los primeros en disfrutar las riquezas del gobierno. A partir de 1989, cuando en Baja California, un fenómeno político conocido como “la ruffomanía”, les dió la primera gubernatura. Hace 25 años de eso.

Hoy, a muchos panistas les dán asco, las prácticas desviadas de sus militantes e incluso de sus dirigentes. Hace unos días, Fernando Elizondo Barragán, quien fuese gobernador de Nuevo León, anunció que renunciaba al PAN, decepcionado por la corrupción, opacidad, clientelismo y desvío de recursos.

Lo hizo, mediante una carta enviada al dirigente nacional Gustavo Madero. En la misiva, le dijo que se siente entristecido, porque en el PAN “los males se han generalizado y han alcanzado los más altos centros de decisión, precisamente donde se podrían tomar las decisiones para poder corregirlos”.

El expanista, manifestó que ingresó al PAN, con la creencia de que el partido era el instrumento para “la construcción del México del futuro”, pero que se percató de que la institución “adoptó numerosas prácticas que siempre combatió.

Destaca las prácticas viciadas del PAN : “La corrupción, la opacidad, el acarreo, la afiliación masiva, la compra y coacción del voto interno y externo, el uso de recursos públicos para fines partidistas, el clientelismo, los puestos públicos como botín, la subordinación al bien común en beneficio personal o de grupo, la mentira y el cinismo como estrategias”.

A propósito de dicha renuncia y de las condiciones que guarda actualmente el Partido Acción Nacional, el paisano y colega, Armando Fuentes Aguirre, mejor conocido como Catón, en su columna “De políticos y cosas peores”, correspondiente al miércoles 26 de febrero, dedicada principalmente a contar chistes subidos de color, dedica amplio espacio al desastre del panismo.

Dice Catón, que : “Atrás quedaron los lejanos tiempos en que el PAN era llamado “el partido de la gente decente”. Una cínica frase de aquella época afirmaba que había tres clases de pendejos: los que sembraban de temporal, los que compraban billetes de la Lotería y los que votaban por el PAN”.

Refiere que : “Aún así, con sus derrotas sempiternas, los panistas eran objeto de general respeto, pues se sabía que quienes militaban en Acción Nacional no lo hacían por interés, sino por mística. Ser panista equivalía a ser apóstol de la honradez política, buscador de esa bella utopía llamada democracia”.

Recuerda que su maestro de Derecho Administrativo, en la Facultad de Derecho de la UNAM, don Andrés Serra Rojas, les decía: “En política el triunfo es como el bautizo: borra todos los pecados”. Observa que, tratándose del PAN, la cosa fue al revés: “los triunfos lo pusieron en el camino del pecado”.

Subraya que cuando el PAN empezó a ganar, empezó a perder. Dice que en tiempos de Salinas, los dirigentes panistas se avinieron a entrar en concilio de malos. Advierte que con eso empezó la decadencia moral de esa organización, que alguna vez fue de adalides y que muy pronto se tornó en botín de ganapanes. El PAN, conocido comúnmente como “blanquiazul”, en relación a los colores blanco y azul, de su logotipo, hoy debe ser reconocido como “negroazul”. El blanco, está sumamente sucio. Casi negro.

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