Cuando alguien, es invitado, por quien será el nuevo Alcalde, o incluso Gobernador, a integrarse a su equipo de trabajo, ocupando un puesto de primer nivel, se siente “soñado”. Le seduce la posibilidad de ejercer un mando, de tener autoridad, de tener a subalternos o colaboradores, que le rindan honores, que le expresen lisonjas.
Generalmente, ese individuo, o individua, como diría Fox, pasa por alto si es que tiene o no capacidad, experiencia y habilidades, para desempeñar el cargo que le ofrecen. Se guarda la honestidad en el bolsillo, para el caso de que la tenga, y con cierta arrogancia, acepta la invitación. Dice, para sí mismo :-si me ofrece el cargo, es que me conoce y sabe que tengo el perfil ideal, para la chamba.
Es más fácil y sencillo, actuar con honestidad y rechazar la tentadora oferta, que aceptarla y hacer el ridículo. Porque no es lo mismo mirar los toros desde la barrera, que enfrentarle retadoramente en el ruedo. Si de lejos el animal se ve grande, de cerca se ha de ver gigante.
Imaginen al torero, corriendo despavorido, tratando de llegar al burladero. Se vería ridículo. Por ello, si no se tiene aptitudes para la lidia, ni la experiencia suficiente para ello, mejor que ni se meta. En la barrera, todo es más cómodo. Se puede ser un severo crítico o lanzar bravos al matador. Hasta unas cheves puede ingerir o bromear con los asistentes.
El que logra hacer una buena lídia, se lleva oreja y rabo y el reconocimiento de los espectadores. Incluso, en casos de excelencia, hasta sale en hombros. De lo contrario, sale entre rechiflas y abucheos, “con la cola entre las patas” y se escabulle por donde puede, para no hacer mayor ridículo.
En política, ocurre algo similar. Los nuevos funcionarios, aquellos que no tuvieron la honestidad de rechazar el cargo, no obstante sus incapacidades, en menos tiempo de lo que imaginan, exhiben sus ineptitudes, surge la rechifla y quisieran salir corriendo. Como si los fuese persiguiendo el toro.
En tales circunstancias se encuentra el Secretario de Seguridad Pública Municipal de Tijuana, Manuel Alejandro Lares Valladares. Se desempeñaba como oficial de enlace con las autoridades estadounidense. Lo suyo era algo así como un empleo administrativo. Nada que ver con las labores de prevención o combate a la incidencia delictiva. Era algo relativamente cómodo. Como ver los toros desde la barrera.
A menos de 3 meses de ostentar dicho cargo, ya quisiera salir corriendo, antes de que “el toro” lo embista. La ola de violencia se ha desatado en la ciudad y no halla qué hacer. Tan fácil que se ve en las películas o series de acción. Pero no es lo mismo en la vida real. El Alcalde Astiazarán ya lo invitó a abandonar el ruedo. El público lo abuchea y él simplemente voltea asombrado, hacia las gradas.
Cuentan, quienes conocen de estas cosas, que Lares asegura que sí puede con el paquete, pero que sus colaboradores no le ayudan. Que no respetan su línea, que no lo obedecen. Hay quienes dicen que en la corporación, cada rato se inventan chistes, a costillas del Secretario de Seguridad Pública, por su evidente incapacidad para desempeñar el cargo.
Por el momento, está en la “cuerda floja”. Como los malabaristas de circo. O se pone listo, o cae al suelo. El Alcalde Astiazarán le ha dicho que si no puede, que se lo diga, para designar a otra persona que sí pueda. En cualquier momento habrá de resolverse esto. Que la amistad persiste, pero que la función pública no permite fallar.
Sin embargo, en descargo, cabe observar que, efectivamente la ola de violencia se ha recrudecido, casi igual como años atrás, pero que esto no es del todo culpa de Lares. Que los arteros asesinatos que se han registrado en los últimos días, son prácticamente normales.
Claro, el Alcalde Carlos Bustamante, presumía que uno de los principales logros de su administración fue abatir los índices delictivos. Otros decían que el ahora exSecretario de Seguridad Pública, Alberto Capella, había logrado dominar a los mafiosos. Que al retirarse. Vuelven a las andadas, porque el relevo, Alejandro Lares, nada más “no la arma”.
Ni lo uno, ni lo otro. La aparente calma que prevalecía, hasta hace unos días, no era tal. Los pillos no se han ido de la ciudad. Nadie los ha controlado. Simple y sencillamente, la violencia surge, cuando alguno invade “rutas ajenas”.
Por ejemplo de ello, ahí tienen al Secretario de Seguridad Pública Estatal, Daniel de la Rosa Anaya. A diferencia de Lares, tiene harta experiencia en la materia y no tiene excusa para que esté fallando. Quizás ha soltado “los hilos”, porque se sigue insistiendo en que pronto habrá de relevarlo en el cargo, Gerardo Sosa Olachea. Pudiese ser.
Pareciera que De la Rosa y sus muchachitos “los Pepos”, desaparecieron súbitamente, pues los delincuentes están haciendo de las suyas, con plena libertad y a todas horas. Cada día amanecen dos o tres muertos. Ya hasta se perdió la cuenta de los fallecidos.
Lo que deben entender, tanto De la Rosa, como Lares, así como el Gobernador Kiko Vega y el Alcalde Jorge Astiazarán, es que la delincuencia no se combate con discursos. Eso de que “verbo mata carita”, no vale en el terreno de los mafiosos. Como tampoco es cierto que la supuesta “coordinación” de las autoridades de los tres niveles de gobierno, sea suficiente para calmar o abatir la delincuencia. Hace falta más acción.
Se requieren más elementos policiacos en las calles y además, atacar las verdaderas causas de la violencia y no la violencia en sí misma, que es efecto, no causa. La descomposición social, aunada a la pobreza, a la falta de empleos y oportunidades para superarse, está generando más delincuentes, que los que son enviados a la cárcel, o asesinados por sus rivales. La realidad social, no es lo mismo que las películas o series de acción. Eso déjenselo a Rambo.
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