* El drama cotidiano
Por Gilberto Lavenánt
En días pasados, en el portal de Agencia Fronteriza de Noticias, a propósito de la nota relativa al asalto a mano armada al Restaurant “Hornero”, supuesta o presuntamente propiedad de familiares del Presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Tijuana, Mario Escobedo, un ciudadano, anónimo, como prácticamente todos los cibernautas, aunque en este caso, totalmente justificado, narró la dramática situación que vivió con su familia. Lo que lamentablemente es un drama cotidiano.
Por la trascendencia de ello, y porque seguramente este tipo de casos se repiten con mayor frecuencia que lo imaginado, vale la pena recordarlo y hacer algunas observaciones y comentarios al respecto.
Identificado simplemente con la expresión “robo con violencia”, fechado el sábado 10 de julio, esta persona narra en forma bastante detallada, cómo es que junto con su familia, en especial sus pequeñas hijas, fue víctima de asalto con violencia, por parte de dos sujetos, armados, en la puerta de su casa, en el Fraccionamiento Lomas de La Presa, un día antes.
La intención de narrarlo, según indicó, fue que se conociera el drama vivido, que sirva de experiencia y prevención, a la vez que invitó a otros, que hayan sufrido lo que él sufrió, a contar sus casos. Varios fueron los que aceptaron la invitación y narraron situaciones casi similares. Muchos otros, que seguramente también han pasado por esto, guardaron silencio.
Cuenta, por ejemplo, que eran “…Alrededor de las 8:40/8:50 de la noche. Estaba en mi casa, en la colonia Lomas de la Presa, y tenía mis dos carros estacionados afuera de la cochera. Le comenté a mi esposa si queria acompañarme a la tienda por leche, y le dije a mis dos pequeñitas que me acompañaran también. Después salí primero con mis dos niñas, una de 6 años y otra de 8. La mayor se subió al carro y a la menor la regresé a la casa a lavarse las manos y me dispuse a esperarla junto con mi esposa. Inmediatamente después, de la nada apareció un sujeto, muy jóven, quizás de 20 o 22 años, corriendo y gritándome amenazadoramente, y por el otro lado apareció otro, más o menos de la misma edad”.
“…El primero –continua explicando- traía algo en la mano, no alcancé a ver si era una pistola o qué. La calle estaba un poco obscura y con ese mismo objeto me encañonó y me quitó la cartera. Para ese momento yo ya había tirado las llaves del carro. Creo que por instinto las aventé a donde cayeran, y el otro se subió al carro y el carro en donde venían se emparejó a un lado. Todo esto afuera de mi casa, como que estaban estacionados esperando a que alguien, de alguna casa, saliera para asaltarlo”.
“…Entonces –añade- la atención de mi esposa y mía, solo se centró en mi niña, que estaba en el interior del carro y recuerdo que le gritamos : “está bien, llévate lo que quieras, pero dame a mi niña”. Todo esto entre gritos y nerviosísmo. Afortunadamente uno de ellos bajó a mi niña y el otro me gritó, pidiéndome las llaves del carro. Sólo le dije que no las tenía, que las había tirado, pero a pesar de que estaba obscuro el lugar, dió con las llaves, se subió al carro y el otro a la panel en la que andaban. Era una panel un poco vieja, con un tono azul-grisaseo. Mi esposa entró corriendo a la casa y yo solo me quedé de frente a ellos. Pensé que si me volteaba, o corría hacia adentro de mi casa, se podían meter, o darme un balazo. De verdad que todo me pasó por la mente, super rápido. Afortunadamante mi esposa y mi hija entraron a la casa y sus gritos me hicieron reaccionar de alguna manera y también entré junto con ellas”.
Luego se duele de la experiencia vivida por sus pequeñas hijas. Del riesgo a que estuvieron expuestas ante dos rufianes qure seguramente aún andan en las calles cometiendo este tipo de fechorías. Hasta aquí es suficiente, para imaginar el drama vivido por esta familia tijuanense. Un drama cotidiano. Qué lamentable.
¿Y por qué ocurren estas cosas ?, podría preguntar alguien. Quizás las respuestas sean muchas y variadas. Nos vamos a concretar en una. Nada más en una. Ocurren, porque no hay policias en las colonias. Bueno, incluso no los hay en las zonas céntricas. Ahí tienen el caso del asalto al Restaurante Hornero. También ocurren, porque la policía municipal, no está realizando la labor preventiva que le corresponde. Claro, agregado al hecho de que la impunidad prevalece en el ámbito de todo tipo de delitos, tanto del fuero común, como de los llamados de alto impacto.
¿Entonces, cómo es que todo mundo equipara al Secretario de Seguridad Pública Municipal, Julián Leyzaola, casi como un héroe ?, y se dice que prácticamente gracias a él, “Tijuana vive tranquila”. Cuando que ocurre todo lo contrario.
De manera absurda, el señor Leyzaola, soberbio como es, está enfocado en los delitos de alto impacto, que no son de su incumbencia. Y los delitos del órden común, y en especial la prevención, el tratar de evitarlos con labores de vigilancia, como que no son de su interés.
Todo, sin duda alguna, por ese afán de sobresalir y de recibir reconocimientos. Tijuana no necesita a ningún Leyzaola. A éste, que lo envien a la PGR, a combatir delitos de alto impacto. Ese es el terreno en el que parece desplazarse con cierta familiaridad. Tijuana lo que requiere es un jefe policiaco, sencillo, honesto, práctico, que rencauce a la policía municipal hacia las áreas de vigilancia en las colonias, de atención a las familias como la de la narración, que son vejadas, no precisamente por narcos, sino por malandros comúnes y corrientes, que actúan con toda libertad, como si estuviesen apalabrados con el señor Leyzaola. Por la simple razón de que no se encuentra a ningún policía, cuando se requiere. Ni para “remedio”, como se dice comúnmente.
Y todavía hay quienes lo promueven para que continue en el cargo, cuando que es una de las causas fundamentales de tantas muertes de elementos policiacos. Unos, al enfrentarlos al crímen organizado, sin armas, y sin preparación técnica. Otros, al no haberlos identificado oportunamente y permitir que se relacionaran con los narcos.
Legalmente no existe la narcopolicía municipal. El combate al narcotráfico, es competencia de las autoridades federales. La distorsión es gravísima y las consecuencias están a la vista.
gil_Lavenant@hotmail.com
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