miércoles, 19 de mayo de 2021

A taparnos la nariz

Por Teresa Gurza.
Siempre he votado, pese a que nunca le he atinado al ganador de la mera, mera y aunque solo hasta que se creó el IFE, hoy INE, haya tenido certeza que mi voto sería contado.


Y lo haré en los comicios de este 6 de junio, cuando 93 millones 714 mil 202 ciudadanos tendremos derecho a hacerlo.


Por ese enorme número de electores, y por los cerca de cien mil candidatos a los 20 mil 868 cargos que se disputan, la han llamado la elección más grande de nuestra historia.


Es también, la más impresentable y ridícula que yo recuerde; y si no estuviera en juego quitarle a Morena la mayoría legislativa, anularía mi voto.


Porque en su afán por ganar, los principales partidos formaron dos coaliciones, la del partido de López Obrador y sus satélites; y la opositora formada por PRI, PAN y PRD, que se unieron solo por miedo a ser borrados de la política y registraron como candidatos a varios cartuchos quemados, responsables en mucho de la situación en que estamos o a parientes cercanos.


Es decepcionante y triste que tengamos que votar por ellos, solo por pavor a que López Obrador siga dándole en la torre a México.


Pero a quienes no queremos un presidente que continué acumulando poder, no nos queda más que seguir la sugerencia de Jorge Castañeda, de apretarnos las narices y votar por el candidato a diputado mejor posicionado para ganarle.


Y en las candidaturas para las presidencias municipales, ocurre algo semejante.


Para la de Atlatlahucan, donde vivo, se registraron 12 partidos; uno se llama “Partido Futuro, Fuerza, Trabajo y Unidad para el Rescate Oportuno de Morelos”, veremos si saca más votos que el número de palabras de su nombre; en 6, los candidatos a alcalde y regidor son los mismos, lo que indica que ni ellos tienen confianza en su triunfo, y 3 son hijos de ediles anteriores.


Seguramente en ambas alianzas y en los pequeños partidos estatales que giran alrededor de ellas, hay gente buena; pero destacan los estafadores, caciques, defraudadores, mafiosos, huachicoleros, oportunistas, artistas fallidos, violadores, ladrones, narcos, miembros de la Luz del Mundo… que, además, aseguran ser los salvadores de México.


Y tienen en común su falta de identidad, porque como si se les hubieran secado ideas y mentes, proponen lo mismo; y tiran a la basura dinero público, en publicidad sin sentido.


Algunos han confundido campañas con carnavales y se disfrazan, bailan o cantan; varios se hicieron pasar por indígenas para alcanzar cupo; uno se hace propaganda con mentadas de madre que por ser gratis, le permitirán embolsarse los millones de los que habló cuando aceptó; otro lleva encueratrices hombres, a sus giras; el zacatecano permite a sus fans gritar, “tócame Montiel” en lugar de avergonzarse por su manoseo a una correligionaria; un violador heredó a su hija la candidatura; y la ex panista y primera dama que nunca ha ganado una elección, volvió al redil en pos del presupuesto.


Y como no alcanzó candidatura, el casi nonagenario que ha transitado sin pudor por todo el espectro partidista cambiando de camiseta para perseguir el hueso, interpuso recurso ante TEPJF, quejándose de que MORENA donde ahora milita, rechazó su reelección.


Es precisamente ese partido, el que más reclamos ha juntado por pleitos internos en esta campaña, creo que son 88; pero hubo en todos, inconformidad por las postulaciones; y es que ven alcaldías, gubernaturas y congreso, como posiciones para beneficio propio y no general.


En fin, el clima preelectoral está horrible; el narco ha tomado partido para influir con recursos y violencia; han sido asesinados 79 políticos y candidatos y unos 450 sufrido atentados, más o menos graves.


Pensaba en todo eso, cuando me subió el ánimo el artículo sobre el cauce y el río de José Antonio Aguilar Rivera, que leí en la revista Nexos de este marzo.


Explica que hay tradición de hablar de la política en términos hídricos y tras citar varios ejemplos, advierte que a menudo confundimos el cauce con el río y es imprescindible distinguirlos, porque el río puede secarse, pero el cauce queda.


Que, si uno se asoma al cauce, solo verá charquillos malolientes de lama putrefacta porque la derrota, la corrupción, la mezquindad secaron su caudal...


“Pero lo que importa del río y lo que queda del río, es su cauce... y un día vendrá una tormenta, en la forma de millones de gotas de castigo, y en un instante puede convertirse en un río vigoroso y ensordecedor, capaz de canalizar la participación política”.


 “Parece, concluye, poca cosa: no lo es."

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