Por Teresa Gurza.
Hay entre ellos 8 mil 886 kilómetros de distancia, diferentes lenguas y distintas circunstancias, derivadas de los trabajos que desempeñan.
Uno, cuida las aves del Centro de Fauna Silvestre Lincolnshire en Friskney, Inglaterra; el otro, es presidente de México.
Pero los asemeja su facilidad para sentirse ofendidos y su forma de querer resolver problemas con censuras y exigencias de sumisión.
Steve Nichols, director del zoológico donde está ubicado el Santuario Nacional de Loros inaugurado en 2003, decidió castigar a cinco pericos mal hablados porque lo ofendían con sus groserías.
Y considerando que no eran dignos de permanecer con sus congéneres, los aisló en cinco zonas del parque donde no pudieran comunicarse.
AMLO separa todos los días, de los "buenos mexicanos" a los que exige lealtad a ciegas, a los “malos” que criticamos su manejo de país y pandemia, ocurrencias, violaciones a la ley y manipulaciones que incluyen a seis ministros de la Suprema Corte.
Su intolerancia se ha manifestado en muchísimas ocasiones, las más recientes: la exclusión del gobernador de Chihuahua, Javier Corral, de los actos de gobierno en su reciente gira a ese estado porque lo ha ofendido.
Y la ejercida groseramente contra el doctor Jorge Cárdenas ante su renuncia por la tolerada corrupción que encontró, en el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado; y a quien el presidente acusó, de poca voluntad para combatirla.
Puesto que él dice tenerla, ¿por qué no presenta denuncias y se deja de tanto cotorreo.?
En fin, la noticia de lo sucedido a Billy, Eric, Tyson, Jade y Elsie, como se llaman los cinco pericos castigados por pelados, la dieron esta semana varios medios tras informar que llegaron en agosto pasado, a la colonia de 200 loros africanos residentes en el Santuario.
Y que sus cuidadores pronto notaron “su afición por el lenguaje malsonante" y que entre ellos se animaban a decir groserías.
“Estamos acostumbrados a que los loros digan palabrotas, pero nunca habíamos tenido cinco a la vez” dijo Nichols, dejando claro que su molestia fue la multitud; justamente, lo que enoja a López Obrador cuando se trata de opositores.
Precisó el periquero, que ningún visitante se había quejado y a la mayoría hasta graciosos les parecieron, pero decidió separarlos “para evitar que los niños los oyeran”.
Entré a Wikipedia buscando datos y me enteré que hay ahí muy pocos niños, porque Friskney tiene apenas unos cuantos miles de habitantes.
Y aunque fueran millones, no me parece justa la medida y menos en la semana del Día Mundial de los Animales; que se festejó el 4 de octubre.
A nivel perico, me parece una infamia comparable a las cometidas por López Obrador contra personas, medios e instituciones.
Ojalá todas las aves del zoo protestaran contra ese periquero intolerante, al que faltó solo tantito para exigir que los loros le pidieran disculpas, como ha hecho AMLO con el Papa, el rey Felipe de España, intelectuales, gobernadores, y periodistas.
Y no es que me encanten los loros, al contrario, a ustedes les consta que no son mis animales favoritos; porque he contado aquí, que a las únicas mascotas que he corrido de mi casa es a dos pericos que se aconsejaban todas las mañanas para hacer horrores.
Pero eso fue hace como 30 años y todo ha cambiado; hoy no se puede atentar impunemente, contra los derechos de ningún ser vivo.
Así que ¡loritos de toda Inglaterra, a unirse!;
Y nosotros a imitarlos.
Porque a esa intolerancia que lo asemeja al periquero, hay que sumar la capacidad de AMLO para hacerse de adversarios y no de aliados, como buscaría cualquier mandatario equilibrado y demócrata.
Y su parecido con Trump.
Antes de haberse infectado con el coronavirus que ambos menosprecian -y que bien pudiera ser, dice la doctora Rosa Chávez, estrategia de campaña o propaganda al carísimo Remdesivir- Trump insistía en que si pierde las próximas elecciones, Estados Unidos se hundiría en caos; y fue subiendo el tono, para asegurar que como serán fraudulentas, podría negarse a abandonar la presidencia.
Con otros matices, lo mismo ha dicho López Obrador y amenazado con soltar a los leones.
Pero, ¡aguas! con permitir que los sustos por lo que nos pueda suceder en el futuro, nos impidan ver lo que ya pasa en el presente.
Son demasiadas las reiteraciones de que el artículo 37 constitucional, “garantiza el derecho del pueblo a darse el gobierno que prefiera” y que no hay ley por encima de lo que el pueblo quiera.
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