Por Teresa Gurza.
Millones de aficionados vimos el domingo pasado por televisión, a la entusiasta presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarovic, cuando empapada por la lluvia que caía sobre el Estadio Olímpico Luzhniki de Moscú, felicitaba a los seleccionados franceses y consolaba a sus compatriotas por el segundo lugar, mientras un paraguas protegía únicamente a Vladimir Putin.