Aquellos pronunciamientos súbitos, por alguno de los aspirantes a determinado puesto de elección popular, ya casi son cosas del pasado.
En breve tiempo, el rumor se esparcía por todo el país, si se trataba del candidato a la Presidencia de la República, hasta que surgía cierto personaje y hacía, lo que sería el primero de los pronunciamientos.
Durante varios sexenios, el privilegio de hacer los “destapes”, le correspondió al eterno líder cetemista, Fidel Velázquez. Al grado de que se le conocía por el mote de “El destapador”.
Cualquier “Destape”, que hacía otro personaje, que no fuera Don Fidel, no era tomado en cuenta. No surtía el efecto esperado.
Lo intentaron en alguna ocasión, pero no pasó de ser meros acelerados, que no contaban con el aval del sistema político, reinante entonces.
Llegó el foxismo y todas las cosas cambiaron. A partir de entonces, la política perdió el misterio que tenía. Felipe Calderón inició la cerrera hacia la Presidencia de la República, varios meses antes de iniciar el proceso formal. Incluso en contra de la voluntad de Vicente Fox.
En los tiempos del viejo PRI, esa audacia le hubiese significado la muerte política. En poco tiempo, Felipe logró dar al traste con el proyecto foxista. Y se salió con la suya.
En dos sexenios en la Presidencia de la República, no sirvió mucho al PAN. Le pasó lo que al hambriento, que después de muchas limitaciones, lo sientan a la mesa y se atraganta, comiendo de todo, con desesperación.
Le sirvió, porque dió chamba a muchos blanquiazules, pero al mismo tiempo fue su perdición, porque los neopanistas, llegaron con la clara intención de acumular riqueza. La filosofía, que dió nacimiento a dicho partido, fue cosa secundaria. O terciaria o inexistente.
A nivel local, las cosas no fueron diferentes. Surgió la “onda grupera”. A que hace referencia Ernesto Ruffo. Ya no importaba “la camiseta”, sino el número. La clientela política, fue prioritaria a la experiencia y trayectoria partidista.
En el PRI, al perder la Presidencia de México, se quebró la férrea estructura que gobernó al país durante más de 70 años.
A partir de entonces, los priístas mostraron interés por conservar las entidades que tenían grandes poblaciones y que controlaron durante tantos años.
Las que representaban poco, electoralmente, servían solo como factores de negociación. El dominio de esas entidades, como Baja California, no era lo prioritario.
Por lo tanto, ya no se dieron los “destapes” tradicionales. Se dejó en manos de liderazgos locales, el luchar por recuperar las entidades para el PRI. Y aún así, cuando la ocasión lo ameritó, la negociación se hizo presente.
Hoy, ante la falta de control que existía en el viejo PRI, los aspirantes a puestos de elección popular, con verdadero descaro y con mucha anticipación, salen a la calle a manifestar sus aspiraciones.
No tanto porque unos quieran más que otros, sino porque es tan pobre el trabajo político, que salen a la calles para que los conozcan, pues hoy las candidaturas tricolores se basan en encuestas de percepciones. La ceguera del nuevo PRI, a 3 mil kilómetros de distancia, ya no le permite la precisión necesaria, para hacer “destapes”.
Como en el PAN, domina la “onda grupera”. En el PRI lo que prevalece son las llamadas “corrientes políticas”. Son las que inclinan la balanza, a la hora de tomar decisiones.
El hankismo y el castrotrentismo, han sido los principales enemigos del priísmo en la entidad. No tienen el capital suficiente, para ganar cada una por su parte u proceso electoral, pero sí bastante para inducir a la negociación.
Desde entonces, la unidad partidista, ha sido como una utopía. Es el punto básico de todo discurso de los priístas en campaña, pero es como una utopía. Como pretender algo imposible.
Mientras esta condición prevalezca, será difícil que los priístas rompan la “racha ganadora” de los panistas.
Lo lograron en las elecciones de los Ayuntamientos encabezados por Carlos Bustamante Anchondo y Jorge Astiazarán Orcí, pero los pésimos resultados del primero y los pobres del segundo, pesan demasiado para anticipar triunfos.
La sombra negativa del XX Ayuntamiento, es un reto fuerte para todo aquel que aspire a ser Alcalde de Tijuana. Sobre todo, porque pese a lo evidente, nadie se ha atrevido a castigar lo mal hecho.
Esa sombra alcanza a uno de los aspirantes, Saúl David Guakil, pues fue Secretario de Desarrollo Social con Bustamante. Se salva, un tanto, René Mendívil, que aunque es producto del castrotrentismo, no lo liga nada al hankismo. Podría ser “el tapado”. Está próximo el “destape. Aunque ya no es precisamente la costumbre.
gil_lavenants@hotmail.com
------------------------------------------------------
-------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario