Este martes, inicia el último mes del 2015 y el tercero y último año de los gobiernos municipales de Baja California. Se acaban los recursos, las expectativas, los proyectos, las esperanzas. Simplemente un final de caída libre.
Tanto como lanzarse de un avión en pleno vuelo, esperando el momento de tocar tierra. Sin nada que amortígue el golpe.
Cada vez es más deprimente el final de un ciclo gubernamental municipal. La problemática social aumenta, se agudiza y las administraciones municipales, cada vez son más incapaces de superar las expectativas.
Los que concluyen, llegan a su final, casi al límite del fracaso. Sus fallas, errores o excesos, trascienden más allá del punto de partida de la nueva gestión administrativa.
Aunque se opera en base a presupuestos anuales. El inicio del proceso electoral para la elección de los nuevos gobernantes, eleva las necesidades y por lo tanto el gasto. Los recursos se terminan antes de tiempo.
El año del cierre, es un período de promesas inconclusas. De tratar de terminar obras, proyectos y programas. No hay tiempo para empezar nuevas acciones. Los recursos ya no alcanzan.
Es un año de “vacas flacas”. Bueno, en sentido negativo, hay quienes le llaman “El año de Hidalgo”, por aquello de pen…itente el que deje algo.
Son muchos los factores que se conjugan y complican las cosas. El modelo tradicional de los gobiernos municipales, de tres años, ya resulta ineficiente. El primer año, de aprendizaje. El segundo, apenas se empieza a madurar las cosas, cuando inicia el tercero, el del cierre.
La falta de oficio político, de inexperiencia administrativa. La falta de capacidad profesional en materia de administración pública y en especial, la falta de honestidad, de los servidores públicos, se reflejan en pobres resultados.
Aquello que no se hizo en los dos primeros años, es difícil que se logre en el tercero.
Financieramente, los Ayuntamientos son entidades administrativas, prácticamente fracasadas. Las deudas heredades, son un pesado lastre que dificulta su operación.
Los pocos recursos disponibles, apenas alcanzan, para cubrir sus costos de operación y los intereses de los adeudos heredados y generados.
La única opción para realizar obras magnas, acordes al tamaño de la problemática social, es recurrir a empréstitos. Simples ilusiones ópticas, pues los montos iniciales, son bajos, frente a los montos que habrán de alcanzar 20 o 25 años después, según las fechas límites de pago, que tendrán que cubrir los futuros gobiernos.
A ese paso, llegará el día, en que los gobernantes, serán simples empleados administrativos. Administradores de deudas. Los ingresos públicos, serán notoria o marcadamente insuficientes, para cubrir los gastos básicos.
En la siguiente etapa, de este proceso decadente, los reclamos y necesidades sociales, cada día serán mayores. Incongruente e irónicamente, ante la insuficiencia de recursos, cada día será menor la prestación de servicios públicos.
Cada día, menos recolectores de basura. Cada día, menor número de policías vigilando la ciudad.
Los incrementos periódicos de impuestos y derechos, serán inevitables. El deterioro urbano y social en general, será más notorio.
Ya ningún político podrá prometer, que podrá hacer mejores cosas que los que están en turno y que aspiran a suceder en el cargo.
Salvo los hechos de corrupción, que lamentablemente parece que nunca terminarán, los funcionarios públicos, serán simples administradores de deudas.
Lo peor, que siendo año electoral el 2016, los políticos en campaña, aprovechan cualquier error o deficiencia, para hacer señalamientos con fines electoreros. Al final, de ganar los comicios, serán iguales, o peores.
La única alternativa, es reestructurar las administraciones públicas, transparentar su funcionamiento, eliminar gastos innecesarios o desviaciones, y verdaderamente combatir la corrupción. Mínimo, cárcel para los corruptos.
Ya no se puede, ni se debe, tolerar el saqueo de las arcas públicas. Es asqueroso que los políticos, pese a su solvencia económica, personal, hacen mal uso de los recursos públicos. La impunidad, genera más corrupción.
Así mismo, cabe subrayar que la corrupción existe, por las múltiples lagunas legales y por la poca voluntad política de los legisladores y gobernantes en general, para suplirlas y para dotar de “dientes” a las instituciones fiscalizadoras.
No obstante el deprimente panorama de la administración pública, es excesiva la temeridad de los políticos que en campaña aseguran que serán mejores gobernantes que los que están en turno. Al final de cuentas, actúan igual, o peor.
gil_lavenants@hotmail.com
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