Del baúl de los recuerdos. La familia Fimbres de Tijuana, dueños de la cadena Calimax, guarda un secreto. Por allá en el 89, uno de sus supermercados fue clausurado; eran los días (como lo siguen siendo) que para acalambrar, solo se necesita la orden de alguien o, de plano, actuar en la ilegalidad. En la negociación se tuvo que acudir con el mero mero, Fernando Castro Trenti, entonces delegado de la PROFECO en el estado. Horas después, en una agencia de vehículos de Tijuana, se arreglaría el malentendido. Un empleado de los Fimbres pagó un carro del año a nombre del hoy candidato a la gubernatura de Baja California. La moneda de cambio, dicen, se sigue recordando en las memorias del antaño.
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