Cuando cumplía 60 años, a Don José Vázquez le detectaron un tumor en la cabeza desde fines del año anterior. El Seguro Popular no cubría los 22 mil pesos que le piden para ser intervenido. En Diciembre operarlo ya era urgente. Su cuerpo empezó a ponerse rígido al extremo hasta ahora que sólo mueve una mano levemente y permanece rígido recostado permanentemente.
Su Esposa Irene, su hijo mayor Carlos, su nuera y unos pocos vecinos salieron a "botear" a los cruceros y regresaron frustrados con apenas unas pocas monedas "pa los camiones". Ni porque era época navideña y de aguinaldos. Todo empezó a empeorar
y la familia a penas saca para la renta, mal comer y en veces para medicinas y pañales.
Viven del salario del hijo quien se contrata lejos como pintor de brocha gorda y su esposa trabaja en el turno
Nocturno de una empacadora de fresas cercana a su colonia en la Lucio Blanco, al norte de Rosarito.
Entre ellos viven además dos niñas pequeñas de unos siete y ocho años, quienes parece toman a juego la desgracia que les envuelve.
Con muchos esfuerzos y pese a sus carencias, Doña Irene, viejecita de cabeza blanquecina, trata de mantenerlo limpio, pero ya en corto su desesperación es evidente y le dice al
reportero casi al oído que Carlos ya trae llagas en su trasero. Carecen hasta de un abanico simple para ahuyentar le las moscas grandes que revolotean sobre su humanidad.
Decepcionados de los gobiernos , quienes conocen bien la tragedia de don Carlos, el humilde albañil que se muere un poco cada día, su familia hace un último llamado urgente.
El único que les ha dado algo de aliento es el Jefe de la Oficina Municipal de Asuntos Religiosos, Gerardo Pineda Pozo, quien gestiona
La operación con representantes de una Iglesia Judía. De allí en fuera desde el Gobernador a los directores del DIF o Desarrollo Social, nadie, absolutamente nadie les "echa un lazo".
Eso no es vida. Todos comparten sus días y noches en dos reducidos cuartos redondos. Duermen junto a Don Carlos, quien en su mirada perdida ya, habla del límite de la desesperación. Incluso de repente le sale algunas lágrimas como queriendo hilar un mensaje de auxilio. Doña Irene carga un teléfono celular barato cuyo número alguien lo escribió en la pared enmugrecida: 661 8500454
Los cuartos donde viven se ubican dos cuadras abajo de la fábrica Sharp , justo en la esquina donde se ubica un parque cito donde en las tardes acuden muchos patinetos en la Colonia Carlos Salinas de Gortari.
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