Por Teresa Gurza
Ahora sí que pobres… con decirles que ya me dejaron de dar coraje y hasta lástima me dan; y es que el engrudo no se les hace bolas, porque ya no se usa; pero estoy segura que ni la cola loca les pega.
La canoa les hace agua por todos lados, y los ratones la abandonan; los detenidos culpables, se les escapan; exhiben a los que no lo son por televisión, para luego tener que desmentirse; sus operativos fracasan y los que no, dejan regueros de muertos; sus agentes buenos, se agarran a balazos en el aeropuerto con los malos o viceversa; .
Acusan a sus generales de narcos; se les mueren en avionazos dos secretarios de gobernación; y miles de niños por desnutrición, porque en sólo cuatro años elevaron el 30 por ciento el costo de la canasta básica de alimentos, mientras que el ingreso laboral apenas creció menos del dos por ciento.
Lo que en parte explica las ansias por tarjetas, despensas, dinero, mandiles, o lo que sea que den los candidatos a los empobrecidos votantes; unos más otros menos, pero cayeron en esto todos los partidos.
Y como numerito especial, quedan en tercer lugar en las elecciones presidenciales; perdiendo como pronosticó hace décadas uno de sus dirigentes más valiosos, Carlos Castillo Peraza, el gobierno y el partido; y de paso la autoestima aunque eso sea difícil en una personalidad tan narcisista como la del Presidente, que parecía encantado al reconocer por televisión la victoria priísta.
El actual gobierno terminará a Dios gracias, el 30 de noviembre; por cierto día de mi cumpleaños, ¡que cuelga más buena!.
Y finaliza tan mal, que según publica The Washington Post, Calderón se irá a vivir fuera de México.
Ese diario se asombra de que Calderón, “comandante en jefe de la guerra antinarcóticos respaldada por Estados Unidos sugiera que no hay suficiente seguridad para vivir en su patria, esa es una revelación asombrosa; y podría verse como una admisión de fracaso…”
Y The New Yorker advierte: “Nadie cree que el gobierno sea el que manda hoy en México” y detalla que sobresalen la impunidad porque “el 98 por ciento de los delitos serios nunca son castigados”, el terror por los más de cinco mil secuestros en los últimos cinco años, y el poder y la brutalidad de los capos.
A lo que se añade, el lento crecimiento económico y el déficit de confianza en instituciones públicas.
En resumen poco salió bien a los dos gobiernos panistas que hemos sufrido; y como es natural, eso tuvo consecuencias y se vio reflejado en la votación.
Y es que como dice muy bien Adolfo Sánchez Rebolledo, en su artículo de esta semana en La Jornada, “El antipriísmo histórico de la derecha que soñaba con el bipartidismo, no fue capaz en 12 años de poner en juego un programa diferente; se consumió en el regodeo de sus propias miserias ideológicas, la improvisación, el seguidismo del catecismo global y la incapacidad de construir un principio de solución para el tema de la violencia…”
Ni más, ni menos.
Hoy lo que queda es estar atentos a la evolución del PRI en el gobierno; y ayudar a que la izquierda cambie y sea verdadera oposición; lo que conlleva seriedad y estudio, acuerdos y negociación.
Porque únicamente subiendo en calidad y saliendo de las “elecciones fraudulentas” y el “casi ganamos”, podrá ofrecer a los electores programas y alternativas de gobierno a favor de los más necesitados y contra la desigualdad.
Para atraer nuevos votantes y pasar de las quejas a la celebración, la izquierda debe contar con programas de gobierno serios, creíbles y viables; y candidatos, honestos, congruentes, y educados políticamente para que no copien las malas artes del PRI para ganar votos; ni salten de puesto en puesto y partido en partido, buscando beneficios personales como está sucediendo.
Y hay que empezar ahora, para no repetir en el 2018 las elecciones del 2006 y el 2012 en las que por algo más que sólo guerra sucia, inequidad y votos comprados, el PRD y sus aliados perdieron la presidencia, un gobernador, y varios senadores y diputados.
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