Por J. Fernando García Arellano
Con Josefina Vázquez Mota e Isabel Miranda de Wallace como las candidatas mejor posicionadas (según algunos panistas) para representar al PAN en las elecciones presidenciales y a la jefatura de Gobierno del D.F., respectivamente, habría que analizar su distanciamiento, aunque mujeres, con la lucha feminista.
La gran decepción proviene del discurso femenino, que no revolucionario sobre asuntos de género. Para demostrar una diferencia abismal hay que recordar a dos grandes escritoras como Griselda Álvarez y Rosario Castellanos, quienes ocuparon espacios políticos. La primera como gobernadora de Colima (1979-1985), impulsó la educación pública y logró una alianza impensable entre el PRI y el Partido Popular Socialista, doctrina con la que congeniaba más que con el férreo priísmo. En sus letras hay un reflejo de la verdadera revolución feminista; en su actuar en el poder, una muestra de su compromiso con las mujeres.
Por otro lado, Rosario Castellanos, embajadora de México en Israel (1971-1974), gran intelectual e incrédula ante el mito de la mujer como ser inferior. Contra estas dos gigantes aparecen dos débiles voces que poco pueden hacer por la reivindicación de la equidad de género: Vázquez Mota con un programa fallido cuando secretaria de educación pública e Isabel Miranda, aferrada defensora de la pena de muerte. Son mujeres más no defienden esa lucha tan necesaria en un ambiente nacional plagado de violencia (v.gr. Ciudad Juárez). No esperemos, pues, que sus agendas resuciten la batalla feminista, evidentemente la indiferencia ante estos temas es huella indeleble de su estrategia política. En definitiva las cartas fuertes del PAN son débiles y puritanas, condenadas a la derrota.
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