Por Teresa Gurza
La celebración del Año Nuevo, es una de las más antiguas y universales de las fiestas.
Se lleva a cabo desde hace unos cuatro mil años; y fueron los babilonios los primeros en implantarla, festejándola al comienzo de la primavera.
También los romanos la hicieron coincidir con la llegada de esta estación; mientras que los egipcios la hacían al empezar la crecida del río Nilo, que indicaba debían preparar las tierras para la siembra.
El emperador Julio César cambió la fecha al primero de enero; modificación tomada en cuenta para las adaptaciones hechas por el Papa Gregorio XIII al calendario romano; que es el que actualmente rige el mundo occidental.
Y ahora prácticamente en todas las ciudades y poblados, las autoridades patrocinan fuegos artificiales que inician las últimas campanadas del año que se va y la primera del que llega.
Como mil cosas más, son originarios de China; y creo constituyen una celebración democrática y masiva porque encantan a casi todos y no hay que pagar por verlos.
Aparte de su belleza y atractivo, en sus inicios tenían el propósito de ahuyentar los malos espíritus para que el nuevo año llegara con seguridad y alegría.
De los que he disfrutado, pienso que los más bonitos son los que organizan las alcaldías de Valparaíso y Viña del Mar.
Se llevan a cabo en el litoral chileno de esos dos municipios y durante una media hora lanchas colocadas a diferentes distancias, disparan al cielo estrellas, rehiletes y cascadas de luz.
Y al precioso espectáculo que ilumina la noche obscura, se añade el reflejo que todo ese resplandor deja sobre el mar.
Por cierto que en Chile la primera celebración del Año Nuevo la hicieron los Jesuítas en 1671, al colocar una campana en lo alto de la Iglesia de la Compañía, que hicieron tañer a la medianoche para anunciar el nuevo año.
En Moscú donde viví dos años, la gente salía a las calles a brindar con champaña soviética, darse abrazos y esperar los salyut, que es el nombre ruso de los fuegos artificiales que brotaban de cañones colocados cerca de la Plaza Roja.
En casi todas las culturas hay cábalas y tradiciones para quedar bien con el año que inicia; porque pese a pérdidas familiares, catástrofes personales o nacionales, terremotos, males económicos,
Enfermedades y muertes, la humanidad ha mantenido un espíritu de celebración y esperanza en un mejor futuro.
Y hay supersticiones para todos los gustos, desde disparar a lo loco arriesgando que una bala perdida dé en un cristiano; hasta estrenar ropa, o usar prendas interiores rojas o amarillas.
Las rojas, buscando protección contra enfermedades y éxito en el amor; las amarillas, para atraer dinero.
Mi nana Natalia nos ponía esa noche los calzones al revés, para que no nos enfermáramos y nos fuera bien en el colegio; pero actuaba haciéndose la distraída, porque decía que no debía ser “de adrede”.
Hay quienes creen que para tener dinero, es necesario atragantarse comiendo una uva con cada campanada; cenar lentejas y guardar otras en la cartera; o poner monedas dentro de los zapatos y aguantar la tortura toda la noche.
También sugieren comer pescado sin quitarle escamas ni espinas; o echar un anillo de oro dentro de la copa de champaña. Pero no lo haga, porque sé de varios que se lo tragaron y tuvieron que empezar el año en alguna clínica.
Para los que quieren viajar, se aconseja dar vuelta a la manzana arrastrando maletas; o subir y bajar escaleras muy aprisa.
A los que buscan prosperidad, lavarse las manos con champaña y azúcar; o repartir espigas de trigo entre los asistentes.
Y si lo que se desea es olvidar malos ratos, debe quemar un mono hecho de ropa vieja o un papel en el que haya escrito situaciones que no quiere repetir.
Sirve también tirar agua por la ventana, para que con ella se vayan las lágrimas; o barrer para afuera las malas vibras.
Los desesperados pueden matar varios pájaros a la vez, encendiendo velas de colores: azules para la paz, rojas para la pasión, amarillas para la abundancia, verdes para la salud, naranjas para tener inteligencia, y blancas para que haya claridad.
Y dicen que para que sonría el amor, basta con brincar como desatinado en el pie derecho; o repetir mentalmente con cada campanada “voy a ser amada”
Escoja su cábala y brinde, no olvide dar las gracias por los dones recibidos… y que tenga feliz noche vieja y mejor año nuevo.
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