Por Álvaro Cueva (Milenio)
Quiero encontrar la razón por la que tiramos 12 meses de nuestra vida a la basura, por la que no protestamos, por la que no hicimos nada y por la que, en contraste, nos desgarramos las vestiduras con los temas más idiotas del universo.
Si hubiera que definir 2011 con una frase, yo diría que fue el año en que nos volvimos estúpidos.
¿Por qué? Porque fue de no creerse la cantidad de babosadas con las que perdimos el tiempo de enero a la fecha.
Si no era el caso Kalimba, era el juayderito. Si no era el juayderito, era la terrible ofensa que nos hicieron los conductores de Top Gear en Inglaterra.
Si no era la terrible ofensa que nos hicieron los conductores de Top Gear, era el fua. Si no era el fua, eran las ladies de Polanco.
Si no eran las ladies de Polanco, era Ninel Conde. Si no era Ninel Conde, era Niurka. Si no era Niurka, eran las referencias literarias de Enrique Peña Nieto. Si no eran las referencias literarias de Enrique Peña Nieto, era la prole.
Y no se las mencioné todas porque entonces sí me quedaría sin espacio para escribir. El cerebro se nos pudrió en 2011.
¿Qué fue lo que nos pasó como sociedad como para que estos fueran los grandes temas del año?
Y no hablo nada más de redes sociales. Las hemerotecas no me dejarán mentir, hasta los medios más tradicionales sucumbieron al “encanto” de “las putitas” de Laura Bozzo, de las ocurrencias de los niños de Pequeños gigantes y de las aventuras de Carlos Loret de Mola.
¿Será que no nos interesa lo verdaderamente importante de nuestra realidad nacional? ¿Será que a nadie le duelen los muertos, que a nadie le afectan los ejecutados y que a nadie le llaman la atención los “daños colaterales” de la guerra que estamos viviendo?
¿Será que nos da flojera discutir las reformas estructurales que nuestro pobre país necesita, que nos da lo mismo lo que hagan nuestros políticos y que nos vale lo que está pasando en las más altas esferas de poder?
Sí, yo sé que hoy es Navidad y que todo debería ser muy bonito en nuestras vidas, pero, por favor, haga un alto en la cruda, el recalentado y la apertura de regalos y piense: ¿por qué?
Quiero encontrar la razón por la que tiramos 12 meses de nuestra vida a la basura, por la que no protestamos, por la que no hicimos nada y por la que, en contraste, nos desgarramos las vestiduras con los temas más idiotas del universo.
¿Fue por miedo? ¿Estamos tan aterrorizados por el fenómeno de violencia que estamos viviendo que nos estamos yendo al extremo de la estupidez como evasión, como negación, como mecanismo de
defensa?
¿Es por hartazgo? ¿Estamos tan fastidiados de tener una realidad tan espantosa, unos políticos tan malos y unos empresarios tan abusivos que, como sabemos que hagamos lo que hagamos no va a pasar nada, pues mejor nos evitamos la molestia y nos ponemos a discutir sobre otras cuestiones?
¿O es por ignorancia? ¿Es tan grande la complejidad de lo que está sucediendo, de los términos políticos, de los conceptos económicos y de las implicaciones legales que, como no entendemos, preferimos quedarnos en la superficie y pelearnos por conflictos que sí están a nuestro alcance y por personas a las que sí podemos superar?
A mí se me hace aterradoramente sintomático que la mayoría de los grandes debates nacionales del último año hayan tenido que ver con educación y cultura.
Al parecer, a las grandes masas de nuestra nación les molesta mucho que los demás no tengan elaborados títulos académicos, que no hablen inglés con perfecto acento británico y que no lean 14 libros por
semana.
Sí está de pensarse porque si algo le ha dado fama a México en los últimos años ha sido su bajo nivel de escolaridad y porque si algo se le atacó a los candidatos a las últimas elecciones presidenciales fueron sus innecesarias propuestas de darle clases de inglés y computación a toda la gente.
Estamos presumiendo lo que más falta nos hace, estamos utilizando la educación y la cultura como objetos de odio, ¡cuidado!, nos estamos regodeando en nuestra ignorancia, la estamos presumiendo, la estamos disfrutando, las estamos utilizando como un factor de clase.
Esto es tremendo porque si seguimos así, no vamos a llegar a ninguna parte, porque estamos perdiendo la oportunidad histórica de corregir un sistema y porque a estas alturas del partido ya ni siquiera necesitamos que nos manipulen, nosotros nos manipulamos solos.
Si hubiera que definir 2011 con una frase, yo diría que fue el año en que nos volvimos estúpidos. Usted, ¿cuál utilizaría? ¿Por qué?
¡Atrévase a opinar!
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