Por Teresa Gurza
Esta semana murió en Santiago a los 83 años de edad, el gran escritor chileno José Miguel Varas Moguel.
La vida y la obra de Varas concitaron elogios por su congruencia, solidaridad y permanente compromiso con los que menos tienen; y por su jerarquía como narrador de lo cotidiano.
Comunista exilado en la Unión Soviética poco después del golpe pinochetista, Varas tuvo a su cargo durante muchos años el programa radiofónico Aló Chile, que desde Moscú dirigían a la resistencia chilena él y Volodía Teitelbon, otro comunista y escritor ya fallecido.
Ambos volvieron a su patria al fin de la dictadura; y años después pero en diferentes fechas, recibieron el Premio Nacional de Literatura de Chile.
Junto a Italo Calvino, Francisco Coloane y Jorge Amado, Varas uno de mis escritores favoritos.
Todo lo que he leído de él me encanta por su humor, ironía y capacidad para narrar la vida de la gente común, precisamente en su quehacer diario y en su empeño por sobrevivir en circunstancias difíciles.
Sus personajes pasan como ocurre con toda la gente, por cosas grandes o insignificantes; pero lo notable es que tuvo la capacidad para transformar esa cotidianeidad en libros interesantes, alegres y llenos de significado.
Su humor se muestra en muchos de sus cuentos; pero es particularmente divertido, en Las Pantuflas de Stalin; que con otros relatos fue publicado en 1990 y recomiendo mucho a quien lea este artículo.
José Miguel Varas empezó a escribir muy joven; ya en 1946 a los 19 años de edad publicó su primer libro de cuentos titulado “Cahuín”, nombre que viene de un vocablo mapuche que significa chisme; y es hasta ahora una palabra de uso generalizado en Chile.
Entre sus obras sobresalen “Cuentos de ciudad” y las novelas El Correo de Bagdad”, Los Sueños del Pintor, Milico, la Huachita, y La Dama del Balcón; ésta última publicada hace dos años; además de un libro autobiográfico que tituló “La novela de Galvarino y Elena”; y varias crónicas agrupadas en “Nerudario”.
Los que lo conocieron bien, aseguran que hablaba poco y observaba mucho y por eso escribía tan bien.
Y eso mismo destacaron los discursos que con motivo de su muerte se dijeron en el Centro Cultural Michoacán, instalado en una de las casas que en la capital chilena tenía Pablo Neruda, de quien Varas era gran amigo y donde fue velado.
Al igual que Neruda, Varas murió un 23 de septiembre; pero 38 años antes.
En su despedida se cantaron boleros y rancheras como Una pura y dos con sal y No Volveré; y sobre él hablaron el también escritor y excomunista Poli Délano, quién estuvo varios años exilado en México, y recordó los inicios de José Miguel como periodista "clandestino" bajo el gobierno del derechista presidente chileno, Gabriel González Videla.
Poli definió a su amigo muerto como “un hombre consecuente, honrado, leal, humanista, generoso, solidario, talentoso, con gran sentido del humor y muy querible”.
Habló también Joan Jara, viuda del cantaautor Víctor Jara asesinado por militares a balazos en el Estadio Nacional de Chile en septiembre de 1973, pocos días después del golpe.
Dijo que con Varas se fue un gran pilar de Chile; y rememoró que cuando su marido murió y pese a los peligros que se corrían, “estuvo ahí todo el tiempo acompañándonos, y apoyando”.
Y otros amigos bromearon advirtiendo que por primera vez en la existencia del escritor, los “pacos” –policías-- no lo agarraron a palos ni lo mojaron con el agua sucia del Guanaco, sino que lo escoltaron hasta el cementerio donde se cantó "La Internacional".
Varas dejó tres libros terminados que serán publicados póstumamente el año entrante, por la editorial Lam.
Descanse en paz.
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