* Montan altar de muerto en la Cruz Roja
Playas de Rosarito.- Don José Angulo Belez, le da lustre a sus mas de setenta años, gracias a toda una vida de esfuerzos en el autentico servicio de los demás, dentro de la Cruz Roja de Rosarito, en donde ha prestado sus servicios por casi 45 años.
Mira con poco interés un altarcito de muertos que un grupo de muchachos pusieron en la escalinata del edificio donde labora y amable, accede a platicar sobre lo que ha sido su labor en un repaso a “vuelo de pájaro”.
Por esos años en que la Cruz estaba en una casita a pocas cuadras, vienen a su mente los nombres de Doña Piña, el Señor Guzmán, Macario Verdugo y el señor Leyva que era el tesorero y pionero de la dinastía que lleva su apellido.
La mayoría ya “pasaron a mejor vida”, pero los lleva fijo en sus recuerdos, desde que paso por todos los departamentos hasta llegar a ser el Comandante Generalen Jefe, pero a raíz de una convención en Tijuana y desde hace siete años, fue designado simplemente como coordinador administrativo.
Don José, Angulo o “Cochecito” como le dice de cariño sus compañeras, recuerda asimismo las largas jornadas de trabajo y el encuentro diario con la muerte en donde debía de hacer “de tripas corazón”, al tener que recoger en pedazitos sobre una sábana a muchas personas.
Ya entonces había una pistolas de aire para sacar de entre los metales retorcidos a muchas personas, señoras y hasta niños chiquitos. Que cómo le hacía?, pues igualito que ahora, “como se pueda, con maña y hasta con las uñas con tal de salvar una vida”.
No lo dice, pero acepta tener si no un don, si el record de que nunca se le muriera una persona en sus manos. Ni siquiera en su ambulancia, Gracias a Dios.
“Yo tengo una cosa bonita y es que muchas personas luego se me acercan y me dan las gracias, Me dicen Como estas José, no te acuerdas de mí, gracias a ti se salvó de morir mi hijo, mi padre o un ser querido. Otro me dice que hace años debí llevarlo moribundo y ensangrentado presuroso hasta Tijuana, pero que por obra y gracia de Dios por ahí andan disfrutando de lavida”.
Una vez una profesora de por allá en Cantamar en el Primo Tapia, le picó una tarántula, y luego cuando pasan por la Cruz Roja, a veces pasan para preguntar si “todavía trabaja aquí un señor morenito, chaparrito que hace años me salvó de morir”.
De cómo empezó?, pues igual que muchos por mera curiosidad e imitación. Dicharachero y vacilador, Don José, recuerda cuando era apenas un rancherito en la tierra del tequila, el tepache y el pulque.
En el mero Tepatitlán donde se la pasaba de dicharachero, “picandole las nachas a los bueyes, como se ve en las películas, como en una donde sale María Félix”.
Entonces fue allá donde conocía al hijo de su patrón portar el uniforme bien planchadito, paramilitar al servicio de la Cruz Roja.
“Yo le pregunté entonces qué se necesitaba para ser uno de la Cruz Roja y este me contestó que simplemente que el querer ayudar a la gente y que cuando uno quiera. Y pues lo hice, me enlisté y de allí me vine para el Norte, entonces llegué a Rosarito en el 54 y aquí me quedé”.
Padre de siete, disciplinado y fundador de colonias como la Obrera, donde le ayudó a doña María Escobedo, don José, se muestra optimista de poder ayudar a mas gente hasta pasar otros años allí.
Mientras que al recordar el altar de muertos, con una sonrisa responde que sí le gustaría que entonces si le pudieran uno con todos sus recuerditos, acompañados con na caguama. “Pero que sea una solecita que es de la que me gusta”.