lunes, 28 de marzo de 2016

Expediente Político: Chango viejo no aprende maroma nueva

Por Alfredo Calva
La frase con la que se intitula esta columna es una conseja popular de gran certeza, y tal parece que fue acuñada a la medida, ya que describe a la perfección al PRI. A sus 87 años recién cumplidos el pasado viernes cuatro, el tricolor no se a adecuado internamente a los cambios políticos registrados en las últimas dos décadas, con ligeros visos de democracia en nuestro país, su estructura retrograda y autoritaria con la que nació, sigue siendo su principal obstáculo para ello.


La democracia en el PRI es un eufemismo, fue edificado verticalmente para que sea el presidente (así era hasta que llego Fox) de la Republica su jefe máximo, quien decidiera los pasos y acciones a seguir, con la potestad de elegir y designar a quien le pareciera a libre albedrio, sin que nadie se opusiera, al menos abiertamente.

Se registró un receso en este protocolo  que duro 12 años, los mismos que el PRI se encontró fuera de la presidencia de México, en ese lapso, los gobernadores priístas se transformaron en obra y gracia en virreyes y fueron quienes asumieron el poder absoluto de su partido y sus militantes en las entidades en que gobernaban, y fueron ellos entonces quienes asignaron a criterio afectivo, filial, económico y político los nombramientos y candidaturas a los cargos de elección popular.

El goce de ese empoderamiento termina con la recuperación de la presidencia del país a través de Enrique Peña Nieto, quien sin perder tiempo, inicia la operación de recuperación del poder absoluto entre la fauna priísta y torna a los protocolos establecidos desde su función como partido, ser el amo y señor de los designios de la vida interna y política de su partido, hasta que su gobierno concluya.

Bajo este esquema es imposible pensar que al interior del PRI llegue a existir una brisa de democracia, en ese organismo han aleccionado mandato tras mandato a la perfección a sus integrantes, les han inoculado la savia de la obediencia, servilismo y mansedumbre (con sus excepciones y acepciones, que cuando suceden los corren del partido, o ellos renuncian) y saben y aceptan, que ellos tienen la capacidad y la decisión de votar, pero de nunca elegir.

Y que mejor prueba de ello, que las designaciones de candidatos que realizan en cada proceso electoral, sea federal o local, y lo curioso que se torna jocoso, es que se han convertido en el modelo a seguir de sus detractores, especialmente de los panistas, quienes de tanto criticarlos y señalarlos como antidemocráticos, terminaron sufriendo el síndrome de Estocolmo.

Así que se puede concluir que, el PRI como los changos viejos, ni los primates aprenderán maroma nueva, ni los priístas democracia interna.

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