sábado, 13 de diciembre de 2014

Palco de Prensa: Las “cuentas alegres”

Por Gilberto Lavenant
Ahora que ya concluyó el período de los eventos de informes del gobernador y alcaldes, incluso del propio Presidente de la República, cabe hacer algunas observaciones y precisiones al respecto.

Por principio de cuentas, es cierto, que siendo funcionarios públicos, gobernador y alcaldes, entre otros funcionarios, están obligados a rendir un informe sobre las labores realizadas en el desempeño de su función.
Pero…¿realmente informan lo que hacen o dejan de hacer?
Para nada. Ese tipo de eventos, son eminentemente mediáticos, más que técnicos y jurídicos.
Se dice, que se trata de meras “cuentas alegres”. Y es que cuentan lo que les conviene, lo que les hace ver bien. Lo positivo, no lo negativo.
Bueno, podría decirse que no son tontos, para reconocer abiertamente y revelar, además de las cosas buenas, los excesos e irregularidades en los que hayan incurrido. Se les puede acusar de cualquier cosa, menos de tontos.
Los eventos, relativos a los informes de gobierno, son meros actos de lucimiento. Ocasión especial para asumir poses, que les haga parecer como gobernantes formales y eficientes. Aunque en realidad sean todo lo contrario. Frívolos, irresponsables, ineficientes y pésimos administradores.
Generalmente, se les conoce como “besamanos”, pues es una tradición política, que se aprovechen para poder a cudir a saludar al gobernante, luego de rendir su informe, como en los pueblos, que aprovechan las visitas del cura, para besarle la mano. Le muestran sumisión o lelatad, y le recuerdan que están a su disposición, “para lo que se le ofrezca”.
Pero, hay que reconocerlo, el tiempo que destinan para este tipo de eventos, no da para mucho, más que para contar frivolidades. Además, todos quieren lucirse y todos quieren aparecer en la foto.
Son tan variadas las áreas que abarca la función pública, a cargo de los gobernantes, algunas tan técnicas y complejas, que no es tan sencillo entenderlas. Como tampoco resulta simple detectar o identificar fallas o excesos.
Además de ser profesionales, sobre áreas específicas, se requiere tiempo y voluntad, para revisar el informe técnico de los gobernantes, y cotejarlo con la realidad, a fin de poder determinar, si hay coincidencias, o se trata de simples mentiras.
Es tan común, que el contenido de los informes de gobierno, sea meramente fantasioso. Simples referencias genéricas, “sacadas de contexto”.
Existen órganos especiales, encargados de vigilar y verificar el buen desempeño de los gobernantes. Por ejemplo contralorías, a nivel estatal, y sindicaturas, en el ámbito municipal.
Instituciones estas que no son propiamente fiscalizadoras, sino por el contrario, encubridoras. Tienen personal capacitado, y disponen de tiempo y recursos, para cumplir tareas específicas. Pero son como guardianes “chimuelos”, pues –dicho con todo respeto- “ladran, pero no muerden”.
Lo mismo le pasa a instituciones como el llamado Orfis. Constantemente revisa las cuentas públicas de gobiernos estatal y municipales, pero no está facultado, para denunciar formalmente las irregularidades que detecta y que permitan presumir la comisión de delitos.
El Orfis, depende de la Legislatura Estatal y por lo tanto, siendo los legisladores, eminentemente políticos, negocian las irregularidades detectadas, conforme a sus intereses partidistas. Como dicen, les vale gorro el interés de los ciudadanos.
Por eso, no se avanza. Por eso, los actos de corrupción continúan proliferando y los políticos pillos, siguen haciendo de las suyas.
Lo ideal sería, crear órganos ciudadanos de fiscalización. Pero de verdad, no de mentiritas. Organos que tengan como función básica e ineludible, fiscalizar a los gobernantes. Organos estos integrados por ciudadanos, ajenos a los partidos políticos. Que resistan, cualquier sugerencia, recomendación o presión, y que resuelvan conforme a las constancias de cada caso.
De paso, simplificar los procedimientos, para que los hallazgos sobre corruptelas, no se pierdan en las telarañas del burocratismo e intereses partidistas. Los burocratismos, en las tareas de fiscalización, son para confundir, no para aclarar. Para solapar, no para sancionar,
Mientras no se entienda esto y no se establezcan reglas claras y concretas, para identificar y castigar a los corruptos, los informes de los gobernantes, seguirán siendo meras dósis de “atole con el dedo”.
El problema es que, los gobernantes, en lugar de avanzar hacia la verdadera rendición de cuentas, huyen en sentido contrario. Informan lo menos posible, regatean datos y cifras, reales y precisas, y dicen cumplir, con meros eventos de lucimiento y posturas mediáticas.
Además, bajo el pretexto de medidas de austeridad, irónicamente, derrochan recursos, editando folletines que no informan nada. Pero, si nadie reclama, ha de ser porque les agrada el “atole con el dedo”.
gil_lavenants@hotmail.com

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