lunes, 22 de octubre de 2012

La verdadera libertad

Por Teresa Gurza
En México somos bastante extraños por aceptar, hasta a veces pareciera que con un poco de orgullo, los excesos de nuestros políticos y la ostentación que hacen de sus vidas y vacaciones de costos elevadísimos; que ellos presumen, pero todos pagamos.
 Pero no todo el mundo es igual; al contrario, en muchos países alardear la riqueza bien o mal habida, generalmente mal, no es signo de buen gusto. Así hemos visto por ejemplo, fotografías del presidente Obama tomándose sencillamente una cerveza con una hamburguesa. Y muchos colegas se han sorprendido cuando en otras naciones ven a expresidentes, senadores y diputados, caminando por las calles sin escoltas, como cualquier vecino. Ahora un artículo sobre el presidente de Uruguay, José Mujica, escrito por Nany Falety del diario ABC de España y que me mandó Eduardo Ibarra director de Fórum en Línea, me ha hecho pensar en el afrentoso contraste de su vida, con las ridículas existencias de varios de políticos mexicanos. Bajo el título Yo no soy pobre, le periodista cuenta que Mujica vive en su casa de siempre; una chacra en las afueras de Montevideo, con su esposa la senadora Lucía Topolansky y una perra callejera de nombre Manuela. Este hombre admirable dona a cuatro fondos de ayuda social, que impulsan proyectos de producción, educación y vivienda, el 90 por ciento del salario de alrededor de 12 mil 500 dólares mensuales, que recibe como Presidente y comandante en jefe del Ejército. Y le dijo a la periodista que no es pobre, “con ese dinero me alcanza y me tiene que alcanzar, porque hay muchos otros uruguayos que viven con mucho menos”. Y ha propuesto que los expresidentes uruguayos, donen las astronómicas cifras que cobran hasta que mueren; tal como los nuestros. Mujica usa un coche de menos de dos mil dólares; lo que para él representa un cambio grande, tras usar durante años, y aún siendo diputado, una moto. En su chacra o granjita cultiva parte de lo que comen; y él mismo sin chóferes ni guaruras, va a las tiendas locales a comprar lo que en su casa necesitan. La periodista relata como en una ferretería cercana, el presidente adquirió una tapa de excusado. Y que al salir del almacén, aceptó encantado la invitación informal de algunos jóvenes de un humilde club de futbol perteneciente a la Segunda División, que ahí se lo encontraron; y sin más acompañantes que esos muchachos, se fue con ellos y los alentó a seguir jugando, "siempre aferrado a la tapa del inodoro recién adquirida". Regresó a verlos otro día en alpargatas y ropa deportiva, manejando su Volkswagen y abrazando a su perra Manuela; se tomó fotos con ellos y les prometió “un asadito” para cuando su equipo Huracán ascienda a la Primera División. El coche es su única propiedad; la chacra está a nombre de su esposa, que también dona parte de su dieta como senadora; y ambos se hacen cargo de las tareas domésticas y disfrutan lo más que pueden. No tienen deudas ni cuentas bancarias; y cuando su periodo presidencial termine, Mujica no piensa emigrar a otro país, como lo quiere hacer Calderón. Dice que vive y duerme tranquilo; y asegura que espera culminar su mandato para descansar, más tranquilo aún, en su chacra de Rincón del Cerro. En la sección de preguntas y respuestas de la entrevista, el presidente uruguayo declaró tener “pocas cosas” porque quiere tiempo para dedicarlo a los asuntos que lo motivan, y teniendo muchas, “tendría que ocuparme de atenderlas, y por estar pendiente para que no me las roben, no podría hacer lo que me gusta”. Explicó que su casa es chica, porque si fuera grande requeriría de los servicios de una empleada y perdería su privacidad. “Pasamos la escoba entre la vieja y yo y ya, se acabó”. Y concluyó diciendo algo muy inteligente, pero no muy fácil de conseguir voluntariamente: “La verdadera libertad está en la austeridad, en el consumir poco”.

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