martes, 12 de junio de 2012

Palco de Prensa: Tiempos de guerra

Por Gilberto Lavenant
Luego del segunde debate presidencial, los cuatro candidatos, y sus respectivos promotores y simpatizantes, presumen su supuesto triunfo. Todos triunfaron, según ellos.
Por algo dicen que nada es verdad, ni es mentira, que todo es según el cristal con que se mira. La verdad es que, con todo y los resultados de las diversas encuestas, cuya efectividad es cuestionada por muchos, la única encuesta efectiva es la que reclama o exige la emisión del voto. Lo demás son meras suposiciones. Y aunque generalmente se dice que con este tipo de evento, o sea los debates, los verdaderos ganadores son los electores, cuando llegan a tener ideas más claras sobre el rumbo del país, las posibles soluciones a los problemas que aquejan a los mexicanos y la tendencia que cada uno de los candidatos pretende dar al destino de México, la verdad es que en estos momentos los electores están perdiendo. Los candidatos presidenciales, en su afán por aniquilar a sus rivales, han recurrido a todo tipo de ataques y descalificaciones, con lo que han sembrado enormes cantidades de encono, de odio, de rencores. Han generado tiempos de guerra. No se han medido. No les importa medirse. Sus afanes individualistas, su lucha por el poder, les ha llevado a fomentar el divisionismo en la sociedad. Las divisiones se dan a partir del seno de cada familia. Unos se ponen la camiseta de un color, otros de otro. La mayoría de las veces, unos y otros, asumen posturas radicales. Los hay que están convencidos, aunque se dan casos de las conveniencias personales, que el candidato priísta Enrique Peña Nieto, representa efectivamente al viejo PRI y que con él retornará un “mounstro” que gobernó el país durante más de 70 años. Si hubo gobiernos buenos, regulares o no tan malos, eso no cuenta. Si hubo obras positivas y eficientes, tampoco. La consigna, machacada con tanta insistencia, enarbolada por jóvenes manifestantes, llevan a suponer que todos los priístas son corruptos, y que panistas o perredistas, según cada caso, son unos santos. Pero fue lo mismo que ocurrió en el 2006, cuando por primera vez Andrés Manuel López Obrador contendió por la Presidencia de la República y su desesperación le llevó a adoptar posturas radicales y belicosas, y los empresarios se dedicaron a pregonar que era un peligro para el país. El propio candidato de las izquierdas, aunque cambió su discurso radical, por uno sereno y amoroso, hoy en día sigue enfrentando resistencia en algunos sectores sociales, principalmente el empresarial, que lo siguen considerando como un riesgo para México. Sobre todo, porque aún cuando muchos cambios que proclama, sean evidentemente necesarios, se intuye que es peligroso intentar aplicarlos en un sexenio. Con todo y que el tabasqueño ha prometido que no perseguirá a nadie, que no lo mueve el rencor o la venganza, que lo suyo será una República Amorosa. En especial, hay quienes observan, como se lo dijeron insistentemente en el segundo debate, que los números que maneja Andrés Manuel en su proyecto de combate a la corrupción y la llamada austeridad republicana, los números no cuadran. Se antoja fantasioso el planteamiento y poco factible el resultado. Sin embargo, lo verdaderamente delicado, preocupante, es que, directa o indirectamente, el candidato de las izquierdas es quien mayor encono ha propiciado. Ha despertado pasiones, a tal grado que se corre el riesgo de registrar enfrentamientos, fricciones sociales. Y aunque la candidata panista, Josefina Vázquez Mota, no tiene el arrastre o popularidad de Andrés Manuel, las proclamas de odio hacia sus rivales, que ya la han dejado en un pésimo tercer lugar, sin esperanzas de ascender, también están enfrentando a los grupos sociales. En menor proporción, en su novatada política, Gabriel Quadri, el candidato de la maestra Gordillo, está luchando no por salvar a México, sino por salvar el registro del Panal, que podría desaparecer en estos comicios, busca obtener ganancias en este río revuelto. Por ello, también se ha dedicado a sembrar odios y rencores. En estos momentos de crisis, cuando en México más del 50 % de sus habitantes son pobres, y cuando casi el 20% están desempleados, la geografía nacional es como pastizal seco, suceptible de incendiarse en cualquier momento y por cualquier motivo. Las campañas electorales de cada uno de los cuatro candidatos, han servido solamente para despertar odios. No han tenido el objetivo de sembrar esperanzas de tiempos mejores. Han sembrado temores de riesgos ante el posible arribo de tal o cual candidato a la Presidencia de la República. Son estos, tiempos de guerra. Todos son enemigos de todos. Se recomienda que al salir a la calle, lo hagan “camuflajeados”, pues si lo hacen ostentando siglas o colores partidistas, corren el riesgo de sufrir linchamientos públicos. El pasado fin de semana, en un pequeño poblado de Chiapas, un priísta, candidato a Alcalde, asesinó a balazos a uno de tres panistas que sorprendió destruyendo su propaganda política. Es un caso lamentable, y puede repetirse en cualquier parte de México. La mayoría de los mexicanos repudian a los políticos. Pero habilidosos que son, los políticos los han engatuzado y los están induciendo a guerras fratricidas. La democracia reclama la participación de la sociedad, pero en principio solamente para determinar, con el voto, a quienes quieren como gobernantes. No para que tomen las calles como campos de batalla, cual si fuesen tiempos de guerra. gil_lavenants@hotmail.com

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