lunes, 10 de mayo de 2010

COLUMNA: Palco de Prensa

* Personalidades
Por Gilberto Lavenant

Los candidatos a puestos de elección popular, son como un producto a comercializar. No basta su curriculum. Cuenta, y mucho, su imágen personal.

Claro, los puede haber que tengan carisma. Ese conjunto de cualidades o características personales, que son innatas en un individuo. Su forma de vestir, de hablar, de conducirse, de sonreir o expresarse. En su mayoría, los individuos carismáticos, están destinados a ser líderes. Aunque muchos de ellos lo que menos quieren o aspiran es a ser líderes.

Pero los políticos, sobre todo aquellos que carecen de carisma, que aspiran a ocupar puestos de elección popular y que son poco agraciados, si que están en serios problemas. Pueden ser magníficos ciudadanos, exitosos hombres de negocios o empleados eficientes. Pero no son carismáticos.

Este tipo de individuos, aunque se nieguen en rconocerlo, requieren de asesores de imágen. Dicen, los que saben de estas cosas, que el carisma no se inventa, pero que se pueden pulir las cualidades del individuo, en forma tal que se le haga parecer un tanto carismático, sin serlo del todo.

Entremos en materia en casos concretos, para entender esto de una mejor manera.

Ni el candidato priísta a Alcalde, Carlos Bustamante Anchondo, ni el candidato panista, Carlitos Torres Torres, son carismáticos. Ni uno, ni el otro.

Y el problema es que ninguno de los dos se ha percatado de ello.

Del empresario Bustamante, generalmente bien vestido, abusa de la formalidad en el vestir y es demasiado parco para hablar. Es risueño, si es cierto, pero no inspira confianza para tutearlo, para exponerle algún problema o alguna petición.

Su mensaje político no es enjundioso. No acostumbra levantar la voz. No hace énfasis en determinada frase o expresión. Su forma de hablar es muy llana. Aunque en sus primeros días ha tratado de ser incisivo, al insistir en que para que el proceso electoral sea tranquilo, debe renunciar el Administrador de la Aduana de Tijuana, Luis Torres Torres, hermano del candidato panista a Alcalde.

Seguramente no tiene asesores de imágen, o si los tiene, estos no se han atrevido a decirle que sea un poco más informal en el vestir y más extrovertido en su expresión, más fogoso, más dicharachero, más alegre, más abierto, más natural. Los electores, no son empresarios, ni sus trabajadores. Son simples ciudadanos a los que hay que tratar al tú por tú, para que se sientan en confianza y vean al candidato a su alcance.
En el caso de Carlitos Torres Torres, es algo casi similar, aunque en sentido inverso.

Carlitos se viste más o menos informal, acorde a su juventud, pero la barba a medio crecer le hace ver sumamente desaliñado, descuidado, como alguien que no le preocupa su presentación.

Carlitos no es empresario, más bien anda buscando chamba. Requiere mejorar su presentación.

Así mismo, su voz no es del todo clara, ni precisa, ni su expresión contundente. Parece un jovenzuelo que anda compitiendo para ser jefe de algún grupo estudiantil. Nada más.

La política no es un juego, aunque muchos piensen lo contrario. Los asesores de imágen de Carlitos, si es que los tiene, deberían decirle que muestre un poco más de seriedad al responder a cualquier cuestionamiento. Si es bueno reir, pero tiene que mostrar que posee la seriedad suficiente para atender una posición tan importante como la Presidencia Municipal de Tijuana.

No estaría por demás que ambos candidatos, aún están a tiempo, contraten asesores para mejorar su dicción y mejoren todos y cada uno de los aspectos deficientes de sus respectivas personalidades, que al final de cuentas reflejan inseguridad.

Si es cierto, lo importante, lo básico, es su capacidad y experiencia. Pero en política, las apariencias cuentan mucho. La imágen personal, cuando se carece de carisma, es esencial para captar simpatías y por lo tanto electores.

La “ruffomanía” surgió pr el carisma natural de Ernesto Ruffo Appel. Pero son casos excepcionales.

gil_lavenant@hotmail.com

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