domingo, 9 de mayo de 2010

Angustioso rescate en el Monte Everest



NEPAL.- El siguiente, es un relato realizado por el alpinista tijuanense Ignacio Anaya Barriguete, hecho llegar a Raúl Gomezcaña Freer –quien es su promotor y representante- a la ciudad de Tijuana, en el que describe con todos sus sentimientos a flor de piel, el dramático rescate por el que se tuvo que pasar para salvar la vida de Salvador Delgadillo, director técnico de la expedición mexicana Ruta del Bicentenario, que está en su búsqueda de la conquista de la cumbre del Monte Everest.
“La tarde del sábado primero de mayo, a los 6,100 metros de altura sobre el nivel del mar (msnm), situados en el campamento de altura número uno en la ruta sur del Everest, Salvador Delgadillo, Eva Martínez, Gustavo Flores e Ignacio Anaya debatíamos sobre ascender al campamento dos a 6,500 metros de altura y a una distancia en tiempo de escalada de poco más de tres horas. Habíamos llegado al campamento uno la tarde del día anterior, en tanto nuestros sherpas (guías nepalíes contratados por los alpinistas) debieron de haber arribado a este sitio el sábado por la mañana y levantado una de nuestras tiendas de campaña, por lo que de permanecer los cuatro en una sola tienda nos traería complicaciones, lógicas incomodidades y un obvio poco descanso. Además, Salvador se sentía un poco mal de salud de días atrás y, una noche en la reducida tienda compartiendo el escaso oxígeno a esas altitudes no le vendría nada bien.Eva decidió salir a realizar un acercamiento al campamento dos y regresó con la buena noticia de que no distaba mucho en tiempo, quizá hora y media o dos a lo máximo. En tales condiciones me animé a trasladarme esa misma tarde al campamento dos, donde nuestros sherpas ya tenían instaladas para nosotros dos tiendas de campaña. Salvador descansaría una noche más en el campamento uno, en tanto Gustavo comentó que él prefería subir la mañana del día siguiente. Eva, un tanto indecisa, finalmente optó por acompañarme al campamento dos, el que alcanzamos después de casi cuatro horas de extenuante ascenso por el Valle del Silencio. En el recorrido nos encontramos con nuestro sherpa Ninmba quien venía a toda prisa al campamento uno a traernos alimentos.Ninmba bajó hasta la tienda donde estaban Salvador y Gustavo y nos alcanzó de nuevo en el ascenso, comentándonos que nuestros compañeros se encontraban bien. Así, con la confianza de que no había cosa alguna de qué preocuparse, Eva e Ignacio alcanzamos el campamento dos con la intención de bajar muy temprano al campamento uno, a fin de iniciar el ascenso con nuestros amigos y subir parte de nuestro material y equipo al campamento dos.Serían aproximadamente las seis de la mañana, cuando el cocinero de una expedición contigua a la nuestra -asentada en el campamento dos-, visiblemente angustiado y con el aparato de radio en mano, tocó a la puerta de mi tienda de campaña dirigiéndose a mí en imperfecto idioma inglés como: “mexican expedition”, diciéndome que un miembro de nuestra expedición estaba muy enfermo y lo estaban tratando de trasladar desde el campamento uno al campamento base. Le pregunté si se trataba de Salvador, habló por frecuencia de radio en nepalí y me confirmó que efectivamente se trataba de nuestro amigo Chava. De nuevo volvió a hablar por radio y me comentó que ya lo estaban bajando al campamento base. Por otro lado, nuestros sherpas habían subido del campamento dos al campamento tres a instalar nuestras tiendas de campaña y con la rapidez que caracteriza a estas nobles personas, estimamos estarían de regreso con nosotros aproximadamente a mediodía. Platiqué con Eva lo que estaba sucediendo y decidimos esperar a nuestros sherpas, en tanto nuestro amigo cocinero nos comunicara en cuanto arribase Salvador al campamento base, donde con toda seguridad lo atenderían los médicos Qué lejos estaba de imaginar la gravedad del problema, y los angustiantes momentos y largas horas que vivió Gustavo, cuando al filo del amanecer Salvador prácticamente se ahogaba por la falta de oxígeno, lo que con toda seguridad le desencadenó un edema pulmonar. Los aparentes inofensivos síntomas de gripe y de malestar de altura o quizá, algún virus contraído en estas lejanas tierras; a los que le opuso -con la firmeza que le caracteriza- desde todo tipo de medicamentos que traían consigo, hasta la firme y persistente voluntad de no desfallecer en escalar el Everest, pasando incluso en dos ocasiones por la temida y peligrosa cascada de hielo. Se convirtió para Gustavo en un delicadísimo problema de salud de nuestro amigo Salvador, quien en el amanecer del domingo (2 de mayo) se debatía entre la vida y la muerte a 6,100 metros de altura en aquel sí, hermosísimo, pero frío y lejano Valle del Silencio a las faldas del Monte Everest y del no menor imponente Monte Lothse.Gustavo y Salvador saldrían caminando lentamente del campamento uno (hacia el _campamento Base) al filo del amanecer y no habrían avanzado si no unos cuantos pasos, cuando Salvador se desplomó sobre la nieve ante los atónitos ojos de Gustavo quien de inmediato concluyó que su amigo se había desmayado. Consciente de lo vital que pueden ser unos cuantos minutos para preservar la vida de un ser humano a esas alturas, Gustavo no dudó en correr de vuelta al campamento para pedir ayuda a otras expediciones. En cuestión de minutos otros alpinistas y algunos sherpas se encontraban trasladando a Salvador hacia la carpa de “Internacional Mountain Guides” donde recibió los primeros auxilios, le suministraron oxígeno suplementario y rápidamente se hicieron los preparativos para auxiliar a Salvador en el descenso hacia el campamento Base a varios kilómetros de distancia, donde había que sortear la complicadísima y peligrosa cascada de hielo.Sin aquella acción decidida e inmediata de Gustavo, de correr encima de los 6,100 metros de altura en busca de ayuda -lo cual demanda un excesivo esfuerzo físico- y lograr convencer a expedicionarios de disímbolas nacionalidades de la imperiosa necesidad de ayudar a Salvador, sin duda, el desenlace de esta historia hubiese sido otro, triste y desolador. Minutos más tarde se iniciaba el complicadísimo y peligroso descenso de Salvador hacia el campamento Base, quien auxiliado por Gustavo, un guía de montaña norteamericano y tres sherpas, tendría que caminar e ir bajando por escaleras metálicas, sobre bloques de hielo y varios pasos a rappel; todo ello portando tanques de oxígeno en un recorrido que llevaría más de ocho horas de angustia, donde además no existe posibilidad de descansos prolongados ante lo inhóspito de ese helado terreno, en el que constantemente están cayendo los enormes y pesados bloques de hielo empujados por la fuerza de la gravedad y por la presión que ejerce el inmenso glaciar del Khumbu (que es donde se encuentra la peligrosa cascada de hielo).Cuando exhausto llegó Gustavo al campamento Base y recibido que fue Salvador por los servicios médicos del lugar a los que Jorge “Boli” Espinoza (joven tijuanense que se encuentra en el campamento Base apoyando en materia de información y logística a la expedición) alertó sobre lo sucedido y convenció sobre la imperiosa necesidad de atender urgentemente a Salvador; en tanto nuestras amigas españolas Lina y Eva apoyaron incondicionalmente en todo momento a los mexicanos. Al ver Gustavo las muestras de apoyo y el eficaz recibimiento que tuvieron todos a bien dispensarle a Salvador, no pudo si no desprenderse de toda aquella presión y la preocupación inherente de ver a su amigo Salvador a punto de sucumbir, dejando escapar un sollozo acompañado de cristalinas lágrimas, se sentó en una roca aún húmeda por el derretimiento de hielo que la cubría y por primera vez en muchas horas –las de la noche en el campo uno atendiendo a Salvador y las de la mañana auxiliándolo en el descenso- pudo respirar con un poco de tranquilidad envuelto en el desahogo de un llanto incontenible. En tanto Lina, cual madre comprensiva y cariñosa, se le acercó, se hincó a sus pies, colocó sus rodillas en la dureza de la roca y tierra y, tiernamente le desabrochó las cintas de sus crampones (que es una pieza metálica con picos que se sujeta a la suela de las botas para no resbalar en el hielo o en la nieve) retirándoselos de sus cansados pies.Esa misma tarde, Chava sonreía y bromeaba en la carpa comedor del campamento Base en compañía de Jorge “Boli”, Gustavo y las amables españolas Lina y Eva María, los médicos que lo atendieron le dijeron que presentaba una leve mejoría aunque le recomendaron que siguiera bajando para favorecer su pronta recuperación. Le sugirieron no dejase de utilizar oxígeno suplementario especialmente durante la noche y le indicaron regresara al día siguiente a una nueva auscultación médica.Aquella tarde recibí una llamada por radio de Jorge dándome a conocer las buenas nuevas, comentándome que Salvador se encontraba estable y recuperado. Jorge expresó que continuáramos con el plan de aclimatación ante mi insistencia de bajar al campamento Base al día siguiente, inclusive agregó: “Chava se encuentra bien, ya está bromeando en la carpa comedor del campamento Base, no tiene caso que bajen, mejor esperen a que pasado mañana suba Gustavo con los sherpas”. Al día siguiente descenderíamos al campamento uno. Hicimos inventario de alimentos y pertenencias de Salvador que aún se encontraban en la única tienda de campaña instalada en ese sitio. Preparé a Sofía para continuar subiéndola por la montaña y nos dispusimos a esperar la llegada de Gustavo para el día siguiente. (Sofía son las cenizas de nuestra difunta amiga -Sofía Salas- quien falleciera en un accidente de alpinismo en el Nevado de Toluca el pasado mes de febrero. José Salas, su padre, le pidió a esta expedición por conducto de Chava, que subiera sus cenizas al punto más alto del Everest que alcanzáramos. Al enfermar Chava asumí aquella encomienda y al momento en que esto escribo, Sofía aguarda en el campamento tres (7,100 msnm) la continuación de su ascenso).Mientras tanto, en el campamento Base, Jorge “Boli” acompañaba a Salvador quien caminaba con grandes dificultades al médico. Había pasado la noche con oxígeno bajo los cuidados de Gustavo, sin embargo, por la mañana se sentía muy débil. Los médicos aconsejaron a Salvador abandonase el campamento Base y se trasladara cuando menos a Pherishe que se encuentra a 4,240 metros de altura sobre el nivel del mar, 1,100 metros menos que el campamento Base. En Pherishe existe una pequeña clínica atendida por voluntarios ingleses y sin duda Salvador la pasaría mejor que en el propio campamento Base. Habría servicio de Internet y quizá telefónico. Además, los servicios de hospedaje son más cómodos y decorosos que en los campamentos. Jorge “Boli” organizó la comitiva que acompañaría a Chava hasta Pherishe y, además del propio “Boli” bajaron con Salvador el sherpa Ritemba y el ayudante de cocina Joe Pesci, a quien bautizamos así dado su gran parecido con el excelente actor norteamericano. Después de una lenta travesía de casi cuatro horas arribaron a “Gorak Shep”. Llegar a este lugar desde el campamento Base, a paso constante y bien aclimatados nos demoraría aproximadamente hora y media; pero dadas las condiciones de salud de Salvador, el trayecto supuso una verdadera pesadilla. Aún con el oxígeno, había que auxiliar a Salvador a cada paso y aunque tuvo momentos de fortaleza en el andar, lo cierto es que no estaba en condiciones de caminar. En “Gorak Shep” pasaron una noche, especialmente difícil para Salvador, quien se quejaba de dolores en el pecho a cada momento. “Boli” prácticamente se mantuvo en vela atendiendo a su amigo e infundiéndole ánimos para que mantuviese la calma y pudiera descansar un poco.Al día siguiente las condiciones de traslado no fueron mejores. El sherpa Ritemba hubo de regresar al campamento Base en tanto Jorge “Boli” y Joe Pesci continuaron asistiendo a Chava hasta Pherishe. La larga travesía fue sumamente lenta, obvio a las precarias condiciones de salud de Salvador. Aunado a esto, el comportamiento de Salvador fue deteriorándose a tal grado que jugaba con sus compañeros, les arrebataba los bastones telescópicos y los lanzaba lejos, o bien, cual adolescente travieso les tiraba las gorras o les jalaba las mochilas; sin duda los síntomas de edema cerebral hacían acto de presencia.Ya en Pherishe, el consejo de los médicos fue evacuar a Salvador hasta Katmandú. Su salud seguía deteriorándose y las pocas fuerzas con las que salió del campamento Base lo habían abandonado, a pesar de pasar la noche en la clínica bajo los cuidados de los médicos y el ojo en vela de “Boli”, su estado no mejoró. Jorge se dio a la tarea de localizar vía telefónica a Laxmi -nuestro agente prestador de servicios- para que mandara un helicóptero por Chava. Después de engorrosos y desgastantes trámites entre los que habría que verificar las pólizas de seguro de Salvador y,después de muchas horas de preocupante espera aterrizó el helicóptero. De inmediato lo abordaron dos norteamericanos, en tanto Salvador venía caminando a paso lento hacia el improvisado helipuerto, mientras Jorge “Boli” -preso de la desesperación- les explicaba a los pilotos que no emprendieran el vuelo pues ya venía a lo lejos su amigo muy enfermo y no podía correr. Los pilotos no escucharon, no quisieron escuchar, no vieron o no quisieron ver, o en definitiva no entendieron, y emprendieron el vuelo de la nave, en tanto “Boli” con la mirada desesperada y las manos firmemente puestas sobre la aeronave, intentaba infructuosamente evitar que ésta se alejara.El helicóptero emprendió el vuelo y “Boli” estuvo a punto de llorar de la desesperación, en tanto Salvador -un tanto confundido por la extraña situación- solo acertó a entender que se iba su tabla de salvación.En la clínica le informaron a un furibundo “Boli” que no habría helicóptero hasta el día siguiente. Afortunadamente, minutos más tarde apareció de nuevo el helicóptero, ya sin pasajeros, ofrecieron los pilotos una disculpa a “Boli”, permitieron el abordaje de Salvador y emprendieron de nuevo el vuelo rumbo a Lukla. Lugar en el que ya esperaba Laxmi -el agente prestador de servicios, contratado por la expedición mexicana- a Salvador, para trasladarlo en un avión bimotor hasta Katmandú e internarlo de inmediato en uno de los hospitales de la capital de Nepal. Jorge vio alejarse la nave, caminó a su habitación, se acostó en el camastro y, por primera vez en muchos días, cerró sus ojos en un necesario y merecido descanso.Hoy, cuatro días después (5 de mayo), Jorge “Boli”, Gustavo, Joe Pesci, EvaIgnacio, Lina, Eva María y nuestros dos sherpas Ninmba y Ritemba, nos encontramos en el campamento Base. El próximo día 9 de mayo iniciamos el ascenso por los campamentos de altura con miras de alcanzar la cumbre del Everest entre los días 12 y 13 del presente mes de mayo. Todos padecemos un poco de resequedad en la garganta. Gustavo tiene un dedo “semi congelado”, lo llama “el dedo del amor”, el cual se encuentra en franco proceso de recuperación. Nuestro amigo Salvador continúa internado en un hospital de Katmandú. En tanto Sofía, nos espera en el campamento tres para su ascenso definitivo a la cumbre del Everest. Gracias Jorge, Gracias Gustavo.”En estos momentos el experimentado escalador Salvador Delgadillo, quien recién el 15 de abril cumpliera 45 años de edad, se encuentra bien de salud en Katmandú -capital de Nepal- recuperándose de una neumonía y en cuanto le sea posible iniciará su regreso a México.El resto de los expedicionarios el tijuanense Ignacio Anaya Barriguete –líder de la expedición al Everest Ruta del Bicentenario-, la mexiquense Eva Martínez y el capitalino Gustavo Flores este domingo 9 de mayo salen del campamento Base con miras de intentar ya el asalto final a la cumbre de la montaña este próximo 13 de mayo.

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