viernes, 19 de diciembre de 2008

Voces que vivieron para contar: relatos de Tijuana

Esta navidad será diferente para tres empresarios que fueron liberados de sus secuestradores, tras interminables días de cautiverio en los que sufrieron tortura psicológica, golpes y hasta mutilación.

Cada día que los mantuvieron privados de la libertad creían que no verían a sus familias. Sin embargo; por las noches renovaban la esperanza de amanecer vivos, y mientras escuchaban los programas de televisión, especialmente noticiarios, que sus captores ponían a todo volumen, se esforzaban por no perder la noción del tiempo.
En el plagio de uno de ellos participó un supuesto policía municipal del área de Tránsito, otro había sufrido intentos de extorsión y al tercero le cercenaron un dedo cuando se encontraba sedado, pero todos decidieron que después de la pesadilla seguirán viviendo en Tijuana, donde tienen sus raíces y lo poco que les quedó después del plagio.
Uno consideró que la pena de muerte es el castigo más adecuado para los secuestradores, pues no sólo acaban con las familias que caen en sus manos, sino que afectan a la sociedad entera.
Los tres fueron rescatados por elementos del Ejército gracias a una denuncia ciudadana anónima que permitió dar con una casa de seguridad donde los tenían cautivos. Estaban amordazados, maniatados y con la esperanza de sobrevivir casi perdida.
De espaldas y con el rostro cubierto aceptaron dar testimonio de sus experiencias. Uno de ellos aprovechó para agradecer la labor del Ejército y la denuncia que permitió su liberación.
Al cuestionárseles si esperaban ser liberados antes de la navidad, uno de ellos respondió que "nunca pasa por la mente porque tantos días amagados se les va la ilusión de vivir. Es algo duro, muy duro", expresó.
El trato de los secuestradores era variado, a veces bien pero la mayor parte mal porque ni siquiera podían platicar entre ellos, pero no fue impedimento para que se enteraran de que en la casa de seguridad había otras personas privadas de su libertad.
Escuchar los programas que alguna vez vieron en su hogar, pero sobre todo pedir la ayuda de Dios, fue lo que les permitió mantener la esperanza de salir libres, fue el común denominador de los liberados, quienes a pesar de encontrarse en el mismo sitio, nunca pudieron comunicarse entre sí.

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