martes, 2 de diciembre de 2008

Secuelas del 68: los movimientos armados

Por J. Antonio Aspiros V.
A Rosaura Cruz de Gante, presidenta del Club Primera Plana,
quien fue distinguida en Italia con mención especial del
Premio Internacional "La Mujer del Año 2008"
Los grupos guerrilleros surgieron en México antes del conflicto estudiantil de hace 40 años, pero también se nutrieron de él..

En 1968 varios jóvenes mexicanos que luego fundaron el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), comenzaron a recibir en Corea del Norte adiestramiento en técnica de guerrillas mientras los estudiantes huelguistas iban por otro camino, pero después de los sucesos del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, muchos de éstos se unieron a la lucha armada. La razón tal vez se encuentre en algunas consideraciones de Jorge Meléndez, activista estudiantil en 1968 y, dos décadas después, presidente de la Unión de Periodistas Democráticos:
"Es que no hubo en el mundo una brutalidad como la que sufrimos aquí. En Francia De Gaulle (…) tuvo que dimitir (…). En Boston la policía que reprimió a los jóvenes fue metida en cintura. En Praga, luego de la inmolación de Jean Palanch, el PC de Checoslovaquia hizo cambios en la burocracia partidaria. En Tokio, los Sengankuren (…) ganaron algunas batallas a garrotazos y los funcionarios pactaron varios acuerdos. En México se premió a los homicidas." ('40 años de lucha', 1-X-2008).
Y en su libro Memoria Roja. Historia de la guerrilla en México (1943-1968) (México, Ediciones B, 2007), Fritz Glockner -investigador acucioso, escritor e hijo del guerrillero Napoleón Glockner, de las Fuerzas de Liberación Nacional- menciona que algunos estudiantes salieron del movimiento del 68 hacia la guerrilla "como ocurrió con los llamados Lacandones, que después derivaron en la Liga 23 de septiembre", según la entrevista que le hizo Ariel Ruiz (periodistasenlinea.com, 20-V-2008).
Jorge Poo Hurtado explica en el libro Asalto al cielo (Océano, 1998), del que es coautor, que el grupo Lacandones al que él perteneció, se formó con alumnos de arquitectura, ingeniería mecánica y economía del Politécnico, y describe cómo actuaron en Tlatelolco seis estudiantes armados cuya lección allí "fue clara: había que organizar la guerrilla".
En el mismo libro, Enrique Condés Lara -que era preso político en 1968- acepta que, como consecuencia de la represión, "Apretar el gatillo (…) era casi una obligación patriótica. Y en este país, todos somos patriotas, ¿o no?".
"Las guerrillas sacrificiales durante la presidencia de Luis Echeverría, no son inteligibles sin el 68", sostiene Carlos Fuentes en su libro Los 68: París, Praga, México (Debate, 2005), y Gilberto Rincón Gallardo escribió que, debido a la violencia desatada por el Estado, "no es extraño que muchos grupos de jóvenes llegaran a la conclusión de que el país no tenía remedio y que la lucha armada era la única vía para la transformación social y la lucha contra el autoritarismo".
"Hoy en día -señaló Rincón Gallardo en un artículo periodístico- puede resultar muy tentador criticar esta ruta de la violencia de los jóvenes del 68 sólo por la evidencia de su esterilidad. Sin embargo, debe tomarse en cuenta la brutalidad de la respuesta estatal (…) y entender que al menos existe una explicación lógica de esta opción por la violencia tras un genocidio." ('Hasta el final', Notimex, 29-XI-2001).
También el desaparecido reportero Carlos Borbolla, quien ganó el Premio México de Periodismo, de la Fapermex, por sus reportajes sobre la guerra sucia para el matutino de la Cooperativa Excélsior, que luego se los publicó en un libro el Club Primera Plana, señaló en esa serie que "la rebelión en contra del gobierno resurgió con mayor fuerza como consecuencia de las masacres del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971 (…) Grupos guerrilleros brotaron como hongos en diferentes entidades de la república…".
Borbolla cita además una charla suya sobre los guerrilleros con "el comandante Guzmán de la Dirección Federal de Seguridad (…) en presencia de su jefe Miguel Nazar Haro", en la que aquél aceptó: "…Es muy difícil determinar quiénes tienen la razón, a lo mejor ellos… y nosotros somos los equivocados…".
Y recuerda también lo que José López Portillo escribió en sus memorias Mis tiempos: "El otro día en algún momento de intimidad, decía yo a alguien, que los jóvenes de la Liga (23 de Septiembre) se asombrarían si supieran que los quiero y los admiro, pero tengo que combatirlos…". Y su gobierno los persiguió con saña, como el de Echeverría, en aquella guerra sucia aún impune.

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