martes, 30 de septiembre de 2008

MALAGRADECIDOS

Por Teresa Gurza.
Este mes se cumplen aniversarios de acontecimientos que en México y Chile, marcaron la vida de sus protagonistas, ayudaron a la democracia y cambiaron la historia; aniversarios bautizados como “redondos”, porque son de décadas. .

En México los 40 años del 2 de octubre en Tlaltelolco, multiplican artículos y mesas redondas en las que participantes del movimiento estudiantil que transformó a nuestro país, analizan lo sucedido y sus secuelas.
Tres días después, se cumplen en Chile 20 años del plebiscito del NO; como se llama la votación en la que la mayoría de los chilenos dijeron que no querían más tiempo a Pinochet en el poder.
Con este motivo, El Mercurio ha publicado documentos inéditos, sobre lo sucedido antes y después de ese 5 de octubre de 1988.
En ellos se afirma, que algunos colaboradores y familiares habían advertido al general golpista, que la realidad no se correspondía con lo que le contaban los encargados oficiales de su campaña por el Sí; que insistían en que la noche del 5, pronunciaría un discurso triunfal.
Pinochet les creía; y se enfurecía si alguien se atrevía a decir que los indicios aseguraban otra cosa; y a sólo 29 días del plebiscito, estaba eufórico porque un mitin de campaña celebrado la víspera “lo había dejado satisfecho y optimista”.
Ese día, dice El Mercurio, encontró al subsecretario general de Gobierno coronel Alfonso Rivas y sonriente le preguntó, "¿cómo estamos?”
“-Mal, mi general, recibe como respuesta.
-¿Cómo que mal, por qué? -pregunta sorprendido.
-Porque vamos a perder, mi general.
Rivas siente que la ancha mano de Pinochet aumenta súbitamente la presión sobre su brazo.
-¿Qué me está diciendo, iñor?
-Que vamos a perder el plebiscito, porque los datos que le entregan no son los reales -contesta con seguridad Rivas.
La llegada de camarógrafos y periodistas obliga a terminar la conversación; “pero la sonrisa se ha esfumado del rostro de Pinochet, y su cara está enrojecida”.
Poco después Rivas muestra a Pinochet sondeos en los que se advierte una supremacía del No; y le previene que los que le pasan, son poco confiables.
Esa información contradecía la que cada lunes Pinochet recibía de su Estado Mayor; pero sus integrantes insisten en que ellos tienen la verdad y prohiben a Rivas que le muestre más encuestas.
Siete meses antes, en marzo de 1988, el embajador chileno ante la Santa Sede, Francisco Javier Cuadra, había sido llamado por Pinochet a Santiago para que analizara el rumbo de la campaña por el Sí; y al revisar los datos, le informó que todo le hacía pensar que iba camino a una derrota.
Pero Pinochet nunca aceptó siquiera la posibilidad de perder; y hay documentos que indican que los militares pensaron incluso, en no entregar el poder.
Para que respetaran el veredicto popular fue fundamental la actuación del general Fernando Matthei, miembro de la junta gobernante.
A pocos días del plebiscito Matthei se había entrevistado en secreto con Jaime Castillo Velasco, dirigente de la Democracia Cristiana, para analizar la tensa coyuntura política y las expectativas y temores de cada sector.
Coincidieron en que para lograr una transición pacífica y democrática, era indispensable respetar el resultado fuera el que fuera; y se comprometieron a reconocerlo públicamente la noche de la votación; sin ceder a presiones que pudieran recibir.
La misma noche del plebiscito, y en las mismas puertas de La Moneda, Matthei cumplió su palabra. En los momentos en que él y otros integrantes de la Junta entraban para hablar con Pinochet, declaró a la prensa que había ganado el NO; y con su actitud, presionó al Gobierno a admitir la derrota.
Pasmado ante las cifras y la realidad que se impuso, Pinochet cayó en shock; y al admitir por televisión que había perdido, su rostro estaba desencajado y la voz quebrada.
Al día siguiente, todavía aturdido, comentó con su hija Lucía que estaba muy dolido con los chilenos, porque pese a todo lo que hizo por ellos “sólo demostraron ser unos malagradecidos".

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